jueves, abril 18

DE SANTOS, ÍDOLOS Y FETICHES: LA MUESTRA

por Claudia Lorenzón

El fervor por santos católicos y figuras consideradas milagrosas como San Cayetano, la Virgen de Itatí, la Difunta Correa, San La Muerte, el Gauchito Gil y otras más actuales como Eva Perón, Diego Maradona o Gilda integran la muestra «Devociones populares argentinas» en la Biblioteca Nacional, con la que se da cuenta de las creencias populares a la que los argentinos acuden a pedir cuando la ciencia, los hombres o la política no alcanzan para curar, reparar o satisfacer demandas.

La muestra se concentra en aquellas figuras que sobrepasan al culto canónico y también da lugar a las que ocupan un sitio en el panteón oficial y revisten un carácter masivo ineludible, como el caso de la Difunta Correa y el Gauchito Gil, cuentan los curadores Emiliano Ruiz Díaz y María Redondo.

Reliquias, imágenes, amuletos, cajitas portarosarios en distintos formatos y talismanes como representaciones del arte sacro popular están presentes en la exhibición, así como libros escritos sobre la historia de estas figuras milagrosas a quienes los habitantes de nuestras tierras encomendaron sus vidas y colmaron de promesas.

En el primer piso de la Biblioteca, la exhibición se inicia con imágenes de la Difunta Correa, cuyo mito se remonta al siglo XIX, en la época de Rosas y Facundo Quiroga: supuestamente Deolinda Correa era la mujer de un hombre que peleaba para el ejército de Quiroga y, al quedarse sola sale a buscarlo y en el desierto muere de sed, pero sigue amamantando a su hijo. «Ese culto que llega hasta el día de hoy tiene un montón de fieles, sigue siendo masivo y es uno de los más importantes y popular», afirma Ruiz Díaz.

En los últimos meses de 2022, su imagen cobró un gran auge mediático, cuando el presidente de la AFA, Claudio «Chiqui» Tapia, fue a rendirle culto para que Argentina ganara la Copa del Mundo. Su santuario, ubicado en Vallecito, San Juan, recibe miles de fieles, asegura el curador.

Además de una imagen de la Difunta Correa en su lecho de muerte amamantando a su hijo, la muestra reúne en una vitrina libros sobre esta figura, pequeños cuadros y una imagen en cerámica, como símbolo del ritual.

La muestra también recupera el fanatismo por el Gauchito Gil, «un culto que se tornó más popular, masivo y federal que el de la Difunta Correa -afirma Ruiz Díaz-. De origen correntino, precisamente de la zona de Mercedes, viene del siglo XIX, de la Guerra de la Triple Alianza, pero a partir de la década del 70 con el gran flujo migratorio de correntinos y fieles empezó a expandirse al territorio de la provincia de Buenos Aires y de allí a los barrios populares y a todo el país. En la calle uno puede ver la figura en la parte de atrás de los autos, tatuajes de las personas que se hacen una G en los brazos, remeras y banderas en las estadios de fútbol», precisa el curador.

La imagen del gaucho «siempre juega con lo nacional, y es un símbolo porque es una especie de modificación del Jesucristo clásico, lo cual tiene una gran pregnancia popular con miles de devotos», asegura.

Representaciones del culto Umbanda y de religiones de matriz africana también están presentes en la muestra como la devoción por Iemanjá -asociada al mar- o a San Baltasar, por parte de la comunidad afro del país y la región. Algunas de estas figuras tienen su correspondencia con el santoral católico, dice Redondo como el caso de Iemanjá a quien se la identifica con la Virgen María.

El culto a San La Muerte también ocupa un lugar destacado en la muestra con tallas en hueso y palo santo argentino y peruano del artista Aquiles Coppini, reunidas bajo el nombre de «Kurundu» -que significa amuleto- curada por el misionero Iván Bondar, donde se exhibe por ejemplo, un pequeño payé de hueso sobre un cartucho de bala. La figura de San La Muerte «suele ser una imagen defensiva y de protección» dice Redondo y explica que algunas personas llevan pequeños payés del santo incrustada debajo de la piel.

En otra parte de la gran sala, la muestra continúa con el denominado «triángulo espiritual», integrado por Pancho Sierra, la Madre María y la Hermana Irma, un culto que a fines del siglo XIX inició Pancho Sierra, una especie de curandero con dotes visionarias. Sierra vivía al norte de la provincia de Buenos Aires, en Salto y curaba con agua. Había tenido un amor no correspondido, y según las versiones entró en una profunda depresión que lo llevó a una introspección que lo hizo encontrarse con algo divino. Vestido con ropa criolla, recibía en su estancia a gente que presentaba sus dolencias y los curaba con agua. Decía que era un mediador entre Dios y las personas, explica Ruiz Díaz.

Pancho Sierra recibe una vez a una mujer, conocida como la Madre María, una inmigrante española que tenía cáncer de mama y si bien los médicos le habían dicho que su cáncer era terminal, él la cura y esa práctica se convierte en un milagro. Por otra parte, le revela que ella va a ser la continuadora de su legado, algo que aparece en la película «La Madre María», protagonizada por Tita Merello, con guion del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos.

Como anticipa Sierra, la Madre María continúa su legado, dedicándose a los pobres. «Fue muy importante en su época porque tuvo su templo y lugar de reunión en el barrio de Balvanera, en La Rioja 700, donde aún está la casa de paredes rojas. Se dice que tenía poderes proféticos, que anticipó el cambio climático. Fue asesora espiritual de Hipólito Yrigoyen, a quien le anticipó el golpe del 30», precisa el curador.

Posteriormente, la Madre María se muda a Temperley, una zona bastante espiritual en ese momento, y recibe a la Hermanita Irma a quien le pronostica que va a ser una va a ser una seguidora.

La Hermanita Irma tiene en 1928, catorce años y siente la necesidad de ayudar a la gente pobre y lo hace solventada por su familia, en un momento en que Argentina vive una importante crisis económica. En esa época tiene la premonición de que Argentina y Gran Bretaña se enfrentarán en una guerra en la que morirán muchos inocentes.

En el año 1943, escuchando un radioteatro percibió una voz y anunció que iba a convocar multitudes: era Eva Perón. Se propuso conocerla personalmente y fue a llevarle un presente a la radio, años después, en 1951, volvieron a encontrarse y Eva aún la recordaba, le vaticinó a Perón que iba a terminar como el General San Martín, desterrado. Predijo la venida del Papa y la muerte de Perón como presidente del país, y la guerra del Líbano.

En otra parte de la muestra, se pueden observar 20 fotografías que rescatan una movilización de obreros que marchan a San Cayetano, encabezados por el líder de la CGT, Saúl Ubaldini, a fines de la última dictadura cívico militar para reclamar por Paz, pan y trabajo, que dan cuenta de la relación entre religión, creencia y sindicalismo, explica Ruiz Díaz.

Las nuevas devociones como un proceso cultural en marcha está relacionada con la devoción a Evita, Gilda y Maradona, quienes murieron a muy temprana edad y por distintos motivos, generaron ritos de fe en sus seguidores.

El culto por Evita se inició a partir de su enfermedad: «la gente rezaba por su vida y le pedía milagros. Luego la CGT retomó ese legado, planteando la vida de Eva como la vida de una santa porque lo entregó todo por los más humildes», dice el curador.

En el caso de Maradona ya tenía el estatuto semi divino, ya que la gente lo llamaba Dios en vida y con su muerte se hicieron una cantidad de murales, pinturas que lo representan como si fuera un Dios, un semidios, o un ángel que protege al pueblo.

Tal es la devoción que «en Rosario surgió la Iglesia Maradoniana que iniciaron un grupo de amigos y, que si bien comenzó como un chiste, terminó siendo un lugar de culto», cuenta el curador. Además de imágenes del ídolo futbolístico, un libro reúne las frases típicas del catolicismo que los fanáticos cambiaron por las que decía el futbolista. «Es una mezcla de idolatría culto popular y admiración con algunos de los elementos puntuales de la religión cristiana», dice Ruiz Díaz.

Muchas de las imágenes que se exponen provienen de fotógrafos como Sergio Barbieri, del Archivo General de la Nación, de la misma biblioteca y de un recorrido que los curadores hicieron por santerías y templos. Otras fotografías firmadas por Marcelo Huici, fotógrafo de la Biblioteca Nacional- también nutren la exhibición con impactantes imágenes expuestas en la Plaza del Lector. Huici emprendió un recorrido por diferentes templos, mausoleos, procesiones, santerías y otros escenarios de los credos sagrados del país.

«Devociones populares argentinas» se puede visitar con entrada gratuita en la Sala Leopoldo Marechal de la Biblioteca Nacional de lunes a viernes de 9 a 21, y sábados y domingos de 12 a 19.

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