viernes, noviembre 1

LA CUADRA

En el predio se encuentra actualmente un restaurante llamado “La Cuadra”, que heredó el nombre del stud que funcionó allí hasta mediados de los años ’70, cuando ya se había transformado en uno de los últimos de la ciudad.

En el predio de Migueletes y Maure, conocido hoy como “La Imprenta”, se encontraba la imprenta del Hipódromo Argentino. En sus talleres se editaron los clásicos  La Fija, La Rosa y La Verde, donde la afición “burrera” encontraba la información de los caballos inscriptos en las competencias, los aprontes previos, la actividad de la semana, las especulaciones acerca de las probabilidades que tenían de ganar, etc.

Tan importante fue la presencia de la imprenta, que terminó identificando a la zona y designando a un barrio “no oficial” de la ciudad: el comprendido, vagamente, entre Luis M. Campos, B. Matienzo y Av. del Libertador, que limita con otro barrio “no oficial”, Las Cañitas. Estamos siendo testigos del proceso de conformación de un colectivo, del desarrollo de un “locus” que identifica a un grupo. La demolición del edificio le quitaría su referente y su justificación histórica.

Dos ejes culturales importantes, entre otros, se destacan. Por un lado la actividad hípica –en la zona se encuentran el Hipódromo Argentino, el Campo Argentino de Polo, diversas escuelas de equitación, la caballeriza militar- y por otro lado el estilo francés de arquitectura. Como se podrá ver, ambos están relacionados.

El Hipódromo de Palermo fue inaugurado por una compañía llamada Parque Tres de Febrero el 7 de mayo de 1876. Se realizaron carreras de trote. El primer ganador fue un caballo llamado Resbaloso y lo hizo ante más de 10.000 personas, un número inusual para la época. En aquel momento, se trató del espectáculo masivo más grande de la historia argentina, hecho que muestra el grado de adhesión que generaba la actividad hípica entre los porteños.

El deporte hípico reconocía antecedentes en las carreras cuadreras que se disputaban en la “quinta de Reid”, cerca de Barracas, y luego en la “quinta de White”. De hecho, el de Palermo no fue el primer hipódromo. En 1857 se había construido el Hipódromo de Belgrano en el predio limitado por las calles Olazábal, Crámer, Melián y Pampa. Reemplazó las caóticas cuadreras, con pocas reglas y mucho de picardía, por carreras de estilo europeo mucho más reguladas. Cerró en 1875.

La construcción original del Hipódromo de Palermo consistía en una tribuna para 1600 personas y 40 palcos y tenía un servicio de restaurante provisto por el Hotel de la Paix. Estaba ubicado entre el parque Tres de Febrero y los alfalfares de Rosas, sobre la entonces Avenida Vértiz (actual Libertador).

En 1882 el presidente Carlos Pellegrini, muy vinculado a la actividad, cede el hipódromo al Jockey Club. Comienza, entonces, un nuevo período en su historia.

En Europa se vivían los años de la Belle Epoque, el período comprendido entre el fin de la Guerra Franco-Prusiana y el inicio de la Primera Guerra Mundial. Eran tiempos de paz y de expansión económica. El colonialismo conquistaba nuevos mercados para las industrias europeas y las proveía de materias primas a costos muy bajos.

También la Argentina vivió su Belle Epoque. Las clases sociales más altas adoptaron el glamour y el estilo de los europeos. La influencia cultural de Europa, y en particular la de Francia, penetró las ciencias, el arte y en especial la arquitectura. La ciudad se pobló de edificios construidos por arquitectos franceses o por arquitectos formados en Francia. El neobarroco, el neoclásico francés y L’Ecole de Beaux Arts dejaron exponentes en toda la ciudad.

En 1908, el Jockey Club decide remodelar la tribuna oficial. Se contrata al arquitecto francés Louis Fauré Dujarric, que la reemplaza  por una construcción de estilo neoclásico del siglo XVII.

La onda expansiva llega incluso a los edificios complementarios de la actividad hípica, como los studs y las caballerizas que se habían ido instalando en las calles contiguas al hipódromo.

En 1914 se les encarga a los arquitectos Gastón Mallet y Carlos Flores Pirán la construcción de edificio que alojaría el stud “La Cuadra”, en la calle Jorge Newbery 1651. Para ese entonces eran ya dos profesionales reconocidos. El francés Mallet había diseñado el edificio del Centro Naval y –en colaboración con el suizo Jacques Dumont–  el de Pueyrredón 510. Pero es junto a Flores Pirán que alcanza su madurez de estilo. Entre otros construyen los edificios de Araoz 2336, Córdoba 996 (y Carlos Pellegrini), L.N.Alem 669, Basavilbaso 1376.

Los derroteros de la actividad hípica y el alza de los valores inmobiliarios, fueron empujando a los studs fuera de la ciudad. El último en cerrar fue “La Cuadra”.

En 1975 se remozó la construcción  preservando su fachada y conservando algunas de las puertas originales de la caballeriza. Debajo de la carpeta aún se encuentra el piso original.

Fuente: Comisión de Patrimonio Histórico de la Ciudad de Buenos Aires

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