lunes, octubre 14

LA VOZ DE LA CAUSA NACIONAL

Por Guadi Calvo

La larga trayectoria de Hugo del Carril como cantor, actor y director de cine, lo ha colocando en los primeros lugares entre los grandes del espectáculo argentino, una verdadera celebridad, que sólo se ha valido de su talento para alcanzar el estrellato.

Pero la trascendencia de Hugo del Carril, nacido en el muy porteño barrio de Flores, en la calle San Pedrito 256, el 30 de noviembre de 1912, como Piero Bruno Hugo Fontana, va mucho más allá de sus dotes como artista.

Su vida fuera de los escenarios y los estudios de filmación ha trascendido para los argentinos en muchas direcciones. Toda su vida fue un verdadero militante de la causa popular, por lo que se ha sabido ganar cárceles y exilios.

Guardaba entre sus más importantes logros el pedido del General Perón, en 1949, para que fuera él quien grabara la Marcha Peronista, interpretación que finalmente se convirtió en la versión oficial de la emblemática marcha de los trabajadores argentinos, que se ha entonado en los momentos más felices de la patria, pero también en los más tristes, como un himno de celebración, resistencia y lucha.

Hugo del Carril supo desde muy joven de su vocación por el canto: casi era un niño cuando ya entonaba estribillos en las orquestas de Edgardo Donato y en la de Francisco Canaro. En 1927 realizó sus primeras actuaciones públicas y en 1928 debutaría en Radio del Pueblo, donde trabajaba como locutor.

En sus primeros tiempos como cantor, tuvo distintos seudónimos: Oro Cáceres, Hugo Font, Hugo Caures, Carlos Cáceres, Hugo Rioboo y Pierrot hasta que, en 1933, Roberto Acuña lo bautiza como Hugo del Carril.

Es en esos años que comienza a ser un invitado permanente de las radios líderes de Buenos Aires, pero su consagración comenzará en el cine.

En 1936 el director Manuel Romero le ofrece filmar la película «Los muchachos de antes no usaban gomina», en la que impuso se estilo como galán, y casi se convirtió en el estereotipo del porteño. Su elegancia, su sonrisa seductora y su impecable peinado a la gomina sumado a su voz cálida y viril lo catapultan a la condición de ídolo.

En este film del Carril interpreta uno de sus grandes éxitos: «Tiempos viejos», escrito en 1926 por Manuel Romero, con la música de Francisco Canaro.

A partir de entonces su éxito como cantor de tangos lo lleva a innumerables giras por el Latinoamérica y Europa, sólo interrumpida por sus reiteradas prisiones.

La carrera artística de Hugo del Carril comenzaría a recorrer otros territorios; como actor realizó más de cuarenta películas desde «Muchachos de antes no usaban gomina» y «La Vuelta de Rocha», ambas dirigidas por Romero a «El canto cuenta su historia» (1976) de Fernando Ayala y Héctor Olivera, convertido en uno de los grandes actores nacionales.

Su actividad director también está plagada de éxitos. Debuta con «Historia del 900», en 1946, pero será en su tercer film donde Hugo del Carril, muestra que no sólo tiene vigor como artista: para 1951 decide filmar «Las aguas bajan turbias» basada en la novela «El río oscuro», del escritor comunista Alfredo Varela, en ese momento preso, según se pudo saber, por haber orinado frente a la embajada norteamericana. Del Carril no se demoraría nada para interpelar al propio Perón exigiendo la liberación de Varela, quien tenía que colaborar en el guión. Perón, que ignoraba el encarcelamiento del novelista, ayudó a Del Carril en su propósito.

Su carrera como director de cine cuenta con quince largometrajes, en los que la cuestión nacional siempre estuvo presente.

Pero sin duda lo más meritorio de Hugo del Carril, no se encuentra en sus incontables logros como artista, sus éxitos resonantes ni en su extensa e impecable carrera, o que es la voz de la más emblemática de la canciones argentinas.

El saber popular, la gente, su pueblo lo primero que recuerda al nombrarse a Hugo del Carril, es su integridad, su ética a toda prueba, su inquebrantable compromiso con sus ideas, que en muchas ocasiones, después del golpe de 1955 y los varios que siguieron, lo hicieron candidato permanente a listas negras, cárceles y exilios. Y aunque fue perseguido por el olvido y la pobreza, nada ha podido menoscabar su conciencia y por ello está para siempre entre los recuerdos más amados del pueblo argentino.

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