jueves, marzo 28

EL HOMBRE DE LA RISA

La biografía «El negro Fontanarrosa» a cargo del periodista Horacio Vargas, que reúne en la secuencia de vida el desarrollo de su singular estilo y sus personajes -Inodoro Pereyra, Sperman, Boogie el aceitoso, entre los más conocidos- presenta un interesante cruce de testimonios y voces que incluye la del mismo dibujante, por lo cual, en palabras de Vargas, también podría leerse como una autobiografía.
Editado por Homo Sapiens, el libro -que registra el trabajo gráfico de Fontanarrosa en diarios y revistas, más su profusa obra narrativa – «El mundo ha vivido equivocado», «No sé si he sido claro», «La mesa de los galanes», «El área 18», «Best Seller» y «El rey de la milonga», etcétera- se completa con abundante material gráfico, manuscritos, charlas y jugosos diálogos mantenidos con Osvaldo Soriano y Eduardo Galeano.
El periodista rosarino Vargas (1960), editor del suplemento regional del diario Página/12 y autor de la biografía «Fito Páez, la vida después de la vida», señala que ayudó para su libro el hecho haber podido entrevistar a su personaje y ser como él, hincha de Rosario Central: «Sin dudas. ¡La rosarinidad al palo! La ciudad, su gente, su identidad cultural, está muy presente».

–  ¿Cómo eludiste el tono del retrato solemne sin caer en el polo opuesto: el sarcasmo constante de Fontanarrosa?
–  Es una biografía oficial estructurada cronológicamente. Está narrada en tercera persona con recursos narrativos, el famoso «color» que aplica el periodismo gráfico, de donde viene uno. El dilema era insertar la voz del negro Fontanarrosa, la primera persona, en el libro y que resolví incorporando sus ideas, sus apreciaciones, su humor, en bastardilla.
El lector ser encontrará a lo largo de la biografía con un texto inclinado; el que habla es él. De modo que puede leerse también como su biografía en primera persona. Y sí, no es un retrato solemne. Busqué que fuera un libro ameno y popular. Varios lectores me dijeron que lo leyeron en un fin de semana porque era de fácil lectura, lo que no me resulta peyorativo.

–  Desde las primeras páginas del libro, un vínculo atraviesa el libro, el de «amiguero», como lo definen algunos compañeros de infancia.
– Parafraseando al cantante Roberto Carlos, Fontanarrosa también tenía un millón de amigos. Y a algunos los sostuvo en el tiempo, como Fernando Gutiérrez, su amigo de la infancia, cuyo testimonio es muy conmovedor. Una amistad, dijo «sin grandes declaraciones de amor, yo diría poco argentina. Nunca hicimos alarde de los sentimientos».

–  El tema lleva al barrio; Fontanarrosa integraba la barra futbolera que se reunía en una mesa del bar El Cairo, lugar casi mítico.
–  Cito a Fontanarrosa: «El Cairo es un nombre bárbaro para un bar, un hábito fantástico donde se juntan los amigos a hablar pelotudeces relajadamente». Pero también fue el espacio que, gracias a su capacidad de observación y escucha, le permitió generar los esbozos de lo que serían grandes cuentos: «El Sordo», «Cenizas», «El mundo ha vivido equivocado», «El tío Enrique», historietas de Inodoro Pereyra y viñetas para Clarín.

– No hay dudas sobre la pasión futbolera del «Negro», quien dijo que el mejor partido iba a venir el siguiente domingo.
–  Rosario es una ciudad donde discutir de fútbol es una cuestión de Estado. Él tenía un fanatismo «pacífico» por Central, sus ironías sobre el clásico rival, Ñuls, fueron memorables y me consta que los hinchas leprosos la respetaban. Además era un obsesivo del fútbol, consumía todo lo que emitía la televisión por cable, de noche, luego del trabajo y los amigos.

– Muchos relatos de fútbol repiten la fórmula de basarse en la gloria y la caída de un ídolo, pero Fontanarrosa tiene una mirada más amplia.
–  Él decía: «Yo antes de querer parecerme a Hemingway, quería ser Ermindo Onega (aquel 8 de River); entré a la literatura con los botines llenos de barro». Para él, el fútbol fue el principio, y sabiendo de lo que estaba hablando, después vino la literatura, donde aborda la cultura del fútbol haciendo hincapié en lo coloquial, sus personajes «hablan», los diálogos son insuperables.

–  ¿Qué dibujantes lo influenciaron y por qué los textos de sus primeros trabajos fueron calificados de fantásticos, surrealistas y novedosos?
– La gran influencia en su adolescencia fue Hugo Pratt, después vinieron Alberto Breccia, Sabat, Crist. Él decía «El oficio se aprende copiando». Sobre sus textos en general, fue un maestro del retruécano,  la contraposición de dos frases, y tenía un oído maravilloso para la construcción de los diálogos de los personajes de sus chistes gráficos.

– ¿Cómo fue su evolución como narrador a partir de su primer título, «Los trenes matan a los autos»?
–  A la hora de elegir, me quedo con el Fontanarrosa cuentista. Lo que lo desvelaba, contar una buena historia, está resuelto en los cuentos. Ha escrito algunos de los grandes cuentos de la literatura argentina. Y no lo digo yo, lo dijeron tipos que saben, Fogwil, Elvio Gandolfo.

–  ¿Qué características del argentino, tiene su «Inodoro Pereyra», para convertirse en el personaje más popular de Fontanarrosa?
–  La principal, que atraía a los lectores, eran las frases con doble sentido, la parodia exagerada, el chamuyo. ¿No somos así acaso los argentinos?

–  De una vida abierta a lo vital y con una obra creativa profusa, ¿sentís que te quedó algo por fuera, que hubieras querido agregar?
–  Siempre quedan cosas por agregar, por ejemplo poder haber tenido acceso al intercambio de cartas entre Fontanarrosa y el Loco Bielsa, agregar nuevas anécdotas y fotos, y lo fundamental e imposible, preguntarle: Negro, ¿qué te pareció tu biografía?

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