jueves, marzo 28

EL PENSAMIENTO DE ARTURO JAURETCHE

por Juan Carlos Downes

«Cuarenta años no es nada», sería una nueva zoncera para aportar al «Manual de Zonceras Argentinas» escrito por Arturo Jauretche, de quien el domingo se cumplirán cuarenta años de su fallecimiento.
Sí, el domingo se cumplirán cuarenta años de su muerte, ocurrida en una convulsionada argentina y poco antes del fallecimiento del presidente Juan Domingo Perón, acontecimiento que lo relegó en su memoria.
La desaparición física de Perón provocó también una falta de conducción política en el gobierno de entonces, pero no ocurrió lo mismo con Jauretche.
Fue un político, sin dudas, aunque su legado se asocia más al pensamiento, a ese revisionismo revulsivo de la cotidianidad argentina que bregó contra lo establecido, no sólo en lo político y lo histórico.
Desde la frescura de su relato apuntó a los mitos, a esos pensamientos marmolados -sin argumentos- que no se discuten.
Si bien fue un funcionario fugaz de los gobiernos de Hipólito Yrigoyen y Perón, lo que nos dejó es la sustancia de sus ideas por la inclusión social.
En rigor, no se trata de ideas o de una idea sino que se refiere más al empleo de una metodología dialéctica del pensamiento, a contar los hechos como ocurrieron y cómo se entrelazan.
No se trata de inventarlos para que después permanezcan como verdades que no admitan más discusiones.
Hoy hasta algunos dirigentes de la Unión Cívica Radical hablan del «Diario de Yrigoyen», como si realmente hubiera existido como lo recuerda la leyenda popular difundida por la oligarquía argentina.
Según esa versión, al «Peludo» le escribían un diario personal para no que no se enterara de la realidad del país.
En cambio, la realidad fue que el ex presidente había creado un vespertino, «Epoca», para responder a las mentiras que todos los días escribían entonces los matutinos La Nación y La Prensa (Clarín todavía no había sido fundado).
En uno de sus libros, Jauretche relata cómo en Lincoln -su pueblo de nacimiento y donde vivió hasta su juventud- sus vecinos esperaban los diarios de la ciudad de Buenos Aires (La Nación y La Prensa) que llegaban por la tarde.
Obviamente, en esos años de principios del siglo pasado no existía la rapidez y la fluidez de los medios masivos de comunicación de hoy.
En ése, como tantos otros pueblos y ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires y de la Argentina, las noticias llegaban tardíamente.
Quien después fue presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, describió después en sus libros la actitud de sus vecinos ante los acontecimientos diarios de esa época.
El punto de encuentro de los hombres para sus tertulias era un bar de la ciudad, siempre al atardecer.
El horario no era una casualidad y no tenía que ver solamente con la casi religiosa siesta pueblerina.
Como queda dicho, por la tarde, siempre, llegaban pocos ejemplares de los grandes diarios nacionales de la ciudad de Buenos Aires con las noticias ya casi viejas.
Entonces desde sus viviendas, sus vecinos se dirigían al bar, con el periódico bajo el brazo, donde exponían con soltura las opiniones de esos grandes medios como pensamientos propios.
Hoy con otra tecnología, quizá con mayor sutileza en algunos casos, se repite ese mecanismo de pensamiento prestado de muchos ciudadanos descubierto por este gran hombre, a quien hoy recordamos por sus ideas avanzadas.
Actualmente, a 40 años de su muerte física, a Jauretche se lo reivindica como a un transgresor.
Que lo haga la juventud de hoy sintetiza un poco la frescura de esa metodología revolucionaria, que es ir incluso contra el pensamiento original.

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