jueves, abril 25

AGRADECIMIENTO Y ORGULLO A LA SCALONETA

Ornella Rapallini

Las y los hinchas de la Scaloneta esperaron largas horas bajo el sol en la Ciudad de Buenos Aires con la esperanza de que aconteciera ese hecho histórico que los marcaría para siempre de ver pasar la caravana con los jugadores que ganaron la tercera copa mundial argentina, pero, a pesar de no haber podido verlos, mantuvieron su «agradecimiento y orgullo» en un clima de solidaridad y fiesta popular.

Millones de hinchas niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos/as llegaron a la zona de la autopista 25 de mayo desde el mediodía con la ilusión y expectativa de ver a sus ídolos, los jugadores de la selección nacional, y de gritarles cuánto los quieren.

La espera estuvo marcada por miradas que transmitían agradecimiento mientras escuchaban atentos sus celulares por posibles cambios de ruta de la caravana.

Desde el mediodía columnas que ocupaban toda la Avenida San Juan se acercaban al lugar porque se creía que por la autopista, que miraban fijamente buscando una señal, pasaría el micro. Cantaban súper pegados unos con otros la canción que se volvió himno argentino en este mundial: «Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar».

Amuchados para entrar todos y todas, mientras muchos de ellos sostenían sus celulares en alto para lograr tener esa imagen que diera testimonio de que estuvieron ahí, de que los vieron con sus propios ojos.

Otros/as preferían retener la imagen en sus retinas, tiraban papelitos, espuma, como si fuera un carnaval, saltando en el lugar y agitando sus manos por encima de sus cabezas, con la mirada fija en la autopista y el pecho inflado del orgullo por los colores de la camiseta y este equipo.

Mientras la emoción y la expectativa iba creciendo bajo el intenso sol del mediodía que aumentaba la temperatura y pegoteaba los cuerpos, algunos ya no aguantaban más, porque estuvieron esperando desde la madrugada o desde la primera mañana de hoy.

Algunos trepaban árboles, semáforos, carteles, para poder subir a la autopista o tener una mejor vista de la situación. Era una incertidumbre por dónde pasaría el micro, pero igual los y las hinchas esperaban, hasta tener algún dato certero y porque se trató de un día histórico y de un festejo colectivo.

Algunas familias con niños y niñas pequeñas decidieron sentarse a la sombra que daban los árboles para comer alimentos que llevaron en heladeritas y tuppers desde distintas zonas de la Provincia de Buenos Aires y que trasladaron entre tren para poder pasar el día, porque ya llevaban mucho tiempo parados y tuvieron que cambiar de ubicación en reiteradas oportunidades a medida que se corrían rumores unos con otros a los gritos sobre la ubicación y el destino de la caravana que partió desde Ezeiza.

«No pasa por acá, vamos para allá que seguro pasa por allá» se decían entre sí. Algunos seguían esos datos y otros no.

Sobre la autopista 25 de mayo, las personas, todas vestidas con los colores celeste y blanco, se apostaron en las barandas para alentar junto con los hinchas que esperaban abajo, tanto en la Av. San Juan como en la avenida 9 de Julio, mientras tomaban bebidas alcohólicas con hielo y compartían cánticos. «No sabemos si van a venir o no, pero nos vamos a quedar igual», dijeron a Télam.

Algunos/a circulaban por la autopista a pie y otros solo esperaban apostados.

Allí, coordinados/as cantaban y tocaban bombos, redoblantes y trompetas.

«¡Un minuto de silenciooooo!», decía una de las canciones y en ese momento absolutamente todos se callaban generando una especie de vacío sonoro, paraban los bombos y decían «shhh», logrando un silencio imposible entre miles de personas, para luego rematar: «Para Francia que está muerto», mientras se reían, agitaban camisetas en cuero y bailaban en grupos.

En esta gran fiesta popular también hubo acciones de algunos que pusieron en peligro la propia vida y la de los demás, pero aún así, la gran mayoría de las personas que se acercaron a la «dulce espera» lo hicieron por amor y agradecimiento a un equipo que les dio mucha felicidad y los/as marcó para siempre.

Un padre parado sobre una de las barandas de la autopista se balanceaba y saltaba con un niño pequeño sobre sus hombros a varios metros de altura de la calle. «No me voy a caer, no me voy a caer», aseguraba, aunque el riesgo era inminente, hasta que lo convencieron de que se bajara de ahí.

Otros también se subieron a carteles, mientras la mayoría esperaba riéndose, cantando y compartiendo la expectativa sobre la autopista resaltando la «alegría» de estar ahí y de que los jugadores hayan venido al país a compartir la algarabía con las y los argentinos.

La movilización popular fue un abrazo emotivo hacia el grupo de ídolos del fútbol, de los que destacaron su «humildad».

Si bien la cantidad de gente era mucha y los golpes de calor afectaron a muchos de los presentes, también las personas se ayudaban entre sí para poder seguir «aguantando» en el lugar. Para cumplir el sueño de verlos y poder contar en unos años «yo estuve ahí».

Un gran ejemplo de solidaridad se dio cuando sobre las calles aledañas a la bajada de la autopista 25 de mayo, sobre Carlos Calvo y Salta, las y los vecinos, desde los balcones tiraban, a pedido de quienes se instalaron en la calle a pleno baile murguero, con bombos y cánticos, baldazos de agua fría para aguantar el calor.

Entre las vecinas de los balcones, hubo una adulta mayor a quien le cantaban con fervor «Abuela, la, la, la», y luego se sumaron vecinos de otros balcones con mangueras que apuntaban hacia la calle y también agitaban los brazos cantando desde lo alto, acompañando el sentimiento.

«No podremos ver a la Selección pero tenemos a la abuela y los vecinos», se comentaban entre sí. A la vez, en la misma cuadra los y las hinchas encontraron la solidaridad de la Unidad Básica peronista «Daniel Aranda. Principios y valores», donde estuvo presente Guillermo Moreno, que prestó el baño y permitió refugio para quien lo necesitara con los brazos abiertos en un contexto en el que todos los negocios se encontraban cerrados por el feriado nacional.

Esa calle se convirtió en una postal de argentinidad, solidaridad y fiesta. Como en un carnaval, las y los hinchas se resfrescaban con el agua que pedían que les tiraran de los balcones, mientras bailaban, reían, cantaban, saltaban abrazados y se decían unos a otros «somos campeones», como si todavía no lo creyeran.

Foto/Fuente: Télam

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