martes, marzo 19

CUERPAS DISIDENTES

Treinta retratos que resignifican sentidos centrados en tiempo, identidad y género, a partir del cruce entre arte y política, forman parte de la serie «Cuerpas disidentas» de la artista Andrea Pasut. Obra que contiene una fuerte impronta feminista al tiempo que una indisoluble propuesta militante y artística.

«Mi primera disidencia fue no claudicar con ser artista: vengo de una familia de clase media baja, donde ser artista era inconcebible», relata Pasut y explica que trata de no hablar solo de su experiencia, sino de feminidades trans, lo que comenzó con la serie «Huellas de una identidad» (2014-2016) y profundiza en la serie actual al «empezar a ver otras experiencias disidentes».

También se trata de una militancia hacia el interior del mundo artístico: por ser una «femineidad» y «femineidad trans», se la invisibiliza en ese aspecto, apunta Pasut que lleva tres años trabajando en «Cuerpas disidentas». Una de sus piezas integra la muestra denominada «Políticas del deseo: para todes, tode», iniciativa colectiva que celebra la soberanía de los cuerpos y otorga un lugar central a la diversidad de género y las disidencias, curada por Kekena Corvalán, que se expone en el Centro Cultural Kirchner (CCK). mientras que el resto de las «Cuerpas Disedientas»  están instaladas en el Centro Cultural Paco Urondo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

A partir de su serie de retratos, la artista busca «honrar» a las personas, y juega con una crítica a la historia del arte y la representación de cuerpos. «Este juego es irrumpir en el museo y construir uno nuevo, sin negar a las artes, sino poniendo en crítica que se representaba». La persona a retratar elige un cuadro para habitar. El último cuadro pintado dialoga con ‘Las Meninas’ de Velázquez y requirió de una gran despliegue de producción», explica.

De esta manera, Pasut se afirma en «la idea de la identidad, eso que cambia pero permanece. Somos más que el conjunto de nuestras partes, mutamos, cambiamos, estamos en proceso: como dice la activista trans Marlene Wayar, estamos siendo», explica y asegura que las restricciones por la pandemia le quitaron la posibilidad del abrazo: «para el colectivo más disidente es una de las cosas más necesarias, el organizarnos, estar juntes, armar redes».

«Lo que hice hasta ahora fue por porque esto existe (el colectivo), y este es el homenaje que quiero dar, porque no hubiera podido construir todo esto sola -nada se construye solo-, pero más en el arte siendo una persona no solo trans, sino transmitiendo ideas que ahora están más visibles», comenta.

«El repensarse es parte de mi trabajo, mi propuesta, porque me sigo repensando. En no claudicar ciertas luchas que son permanentes y que no se agotan porque no intentan derrocar nada, sino cambiar, porque si no volvemos a reproducir lo que se quiere modificar -agrega Pasut-. Este límite entre la hetero-cisnorma que parece ser un refugio, -para mi lo fue mucho tiempo- es una construcción tan fuerte que da una supuesta seguridad ante el mundo regido por esa lógica, que se está resquebrajando para las personas cis-heteropatriarcales».

«El Archivo de la Memoria Trans rescata la memoria -como lo hacen las Abuelas de Plaza de Mayo- de las que se fueron, las que mataron, porque a nosotras, disidencias, el poder nos borra y es el principio de ese control; en mis retratos, rescato las que están vivas», destaca.

«Tiempo, identidad y género son los tres círculos sobre los que un trabajo constante de años teje colectivamente redes de subjetividades que ahora irrumpen en el espacio para transformarlo, pero sobre todo, para remarcar que la transformación es el eje posible del abrazo en libertad», expresa el texto curatorial del Paco Urondo.

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