sábado, abril 27

«PARA QUE LA MÚSICA NO CAIGA EN EL OLVIDO»

La vida y la obra del artista y maestro jujeño Ricardo Vilca se configuran en la ópera prima de Javier García, que se estrena en el porteño cine Gaumont, traza un objetivo: “hacer algo para que su música no caiga en el olvido”.

“Me parece que si bien en la película se presenta su obra y hay diferentes voces que la analizan, el impulso vital fue crear un puente hacia la obra de un artista que no puede ser olvidado, que no podemos permitir que sea olvidado”, postula García.

El teatrista marplatense que con el documental “Ricardo Vilca: Quebrada, música y silencio” debuta en el lenguaje cinematográfico, subraya que el creador humahuaqueño (1953-2007) “representa como pocos una parte esencial de nosotros: la parte originaria, una faceta que se animó a presentárnosla de una forma distinta en la que el diálogo con otras músicas enriquece el lenguaje y se fusiona de una manera natural”.

Músico, compositor y maestro rural, Vilca creó obras como “Guanuqueando”, “El último tren”, “La danza del keu”, “El canto del tero tero”, “El avioncito”, “Quebrada de sol y de luna” y “Plegarias de sikus y campanas”, por citar solamente algunas.

Su sonido, hondamente arraigado en el altiplano jujeño, no se limitó a los géneros tradicionales brotados de esa geografía y esa audacia dificultó su proyección local y tuvo dificultades para registrar su obra con el conjunto Ricardo Vilca y sus amigos con el que publicó un casette (“Sueños de mi tierra”, de 1989) y tres discos: “La magia de mi raza” (1992), “Nuevo día” (1997) y “Majada de sueños” (2003).

García, conocido una década atrás por su unipersonal “Pessoa (Saudades)”, sobre el poeta portugués Fernando Pessoa que participó de festivales nacionales e internacionales, encaró un largo y arduo trabajo en torno a Vilca para concretar su debut en el cine.

“Cuando en el año 2002 me encontré con Ricardo Vilca, el asombro fue instantáneo porque sus temas no eran como el carnavalito, el bailecito, el huayno, y otros ritmos que uno suele asociar a la Quebrada y, sin embargo, eran todo Quebrada. Y sentí la necesidad de mostrar al resto lo que había ‘descubierto’ sobre una obra a la que no se le daba el lugar que merecía porque no respondía a los preceptos del mercado”, confiesa el realizador.

 ¿El documental busca provocar la curiosidad de ir a escuchar la música de Ricardo Vilca?

Sin dudas que el objetivo es lograr esa curiosidad que nos mueve a buscar, y que en esa búsqueda, la obra de Ricardo esté ahí, esperando a ser descubierta nuevamente por otros. Pero a la vez, me gustaría que el espectador ejerza una mirada reflexiva sobre la película, porque hay tramas secundarias que nos invitan a pensar sobre otras cosas, como por ejemplo, las dificultades que los artistas transitan cuando tienen búsquedas distintas a las que fomenta el mercado; o si en las materias artísticas de la educación formal no debería facilitarse la figura del “docente idóneo” como persona capaz de transmitir conocimiento y favorecer, en definitiva, que los alumnos encuentren su propia mirada y lenguaje; sólo por nombrar algunas de ellas.

¿Creés que por ello el documental de algún modo completa la figura de Vilca?

No creo que la complete. Pero sí que nos la acerca de una manera diferente, que busca indagar en el Ricardo Vilca compañero, padre, ser humano que conecta con su entorno de una forma especial. Para intentar presentar una mirada más profunda de él y de su música, busqué alejarme de los testimonios fáciles y encontrar su esencia en otras voces.

 ¿Cuáles de esos testimonios reveladores sobre el artista y la persona destacarías especialmente?

 Concibo al documental como algo que debe permanecer abierto y flexible a una escucha atenta y perceptiva de los entrevistados, que pueden acercar información a la que es imposible llegar por intermedio de una investigación fría de escritorio. De esa escucha atenta como filosofía de trabajo, surgieron dos entrevistas que, a mi entender, amplían la mirada sobre Ricardo: las que realizamos al filósofo Mario Vilca y al sociólogo Radek Sánchez Patzy, ambos, además, investigadores.

¿Cuánta justicia le hacen las grabaciones existentes a lo que Vilca generaba tocando?

JG: Poca. Que Vilca no haya sido un artista rendidor para el mercado, sumado a la falta constante de recursos con la que convivió para llevar adelante su carrera, son causas potentes como para que haya un faltante notorio de material de archivo de calidad, que muestre ese magnetismo que generaba en sus presentaciones. Sin embargo, Ricardo se cruzó en la vida con una persona que resultó muy importante para su carrera: Abraham Dip, que además de amigo y productor del disco “La magia de mi raza”, asumió el trabajo de difundir su música y para esto, realizó grabaciones en VHS que, por lo menos, nos acercan interpretaciones magistrales de Ricardo, sólo, en medio de la Quebrada, tocando la guitarra; y uno no puede más que maravillarse de la profundidad que logra en ellas.

¿Con qué expectativas aguardás el estreno del filme?

Las expectativas son todas las que uno pueda imaginar. Deseo, sí, que sea una experiencia enriquecedora. Buenos Aires fue siempre un lugar donde Ricardo se sintió cómodo tocando, porque él sabía que había gente que esperaba sus presentaciones con anhelo. Además, se lo respetaba más. Entonces espero que la película se encuentre con ese público admirador y seguidor de Ricardo. Pero, además, que las nuevas generaciones, que lo escucharon, sobre todo, a través de Divididos, pero que no lo conocieron, puedan acercarse a él desde otro lenguaje.

¿De qué modo puede verse la película y su atmósfera jujeña en días donde la realidad social y política sacude esa geografía?

Estuve en Jujuy hasta la semana pasada y vi cómo transcurrió la protesta. En absoluta calma, y manteniendo la firmeza del reclamo. La coyuntura actual, en medio de una reforma de la Constitución provincial que ha sido impulsada de forma polémica, y que tiene puntos inconstitucionales, ha generado una revitalización de estos reclamos. Un gobierno que no escucha a su pueblo, que lo silencia y reprime, pierde legitimidad. Yo siempre digo que en Jujuy la figura de Ricardo no es valorada como se debería, y como él, tantos otros artistas a los que se los olvida o directamente jamás se pone el foco en ellos. En esa situación ya queda planteada una problemática, que si bien no es exclusiva de esta provincia, marca otro mal antecedente de ceguera institucional, ya que forma parte de la gestión, generar políticas culturales que protejan y promuevan a los artistas de todo el territorio provincial y no sólo al grupo capitalino de moda.

¿Cómo se vinculan en vos cine y teatro? ¿Y Pessoa y Vilca?

Desde adolescente me relacioné con la lectura y la lectura, a su vez, abre la imaginación; entonces uno necesita continuamente descubrir nuevas cosas, en ese momento apareció el teatro que me permitió regresar al juego. Luego más de grande accedí al cine, pero al cine por elección. Todo esto que cuento, sucedió y sucede en mi vida, sin un orden establecido. Para bien y para mal. Soy autodidacta y si bien considero que la estructura de un estudio formal es necesaria, también creo que, en el arte, si uno no tiene algo para decir, por más estructura que tenga, no sale nada. En cambio, si realmente hay algo adentro para expresar, a pesar de esa falta, eso sale a la luz, uno encuentra las maneras de hacerlo. Entonces esa formalidad pasa a un segundo o tercer plano. También es verdad que siento una gran atracción por figuras que, con mayor o menor trascendencia, desarrollaron su obra en condiciones de soledad y desamparo. Ese podría ser el vínculo más firme entre Vilca y Pessoa.

Foto /Fuente: Télam

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