jueves, marzo 28

«LAS GRANDES MUJERES»

por Milena Heinrich

El mar, las flores, la libertad, los cuerpos y hasta los sueños se potencian coloridos en los poemas de Alfonsina Storni ilustrados por la española Antonia Santolaya en el libro «Las grandes mujeres», una antología que recupera a una de las escritoras más profundas que ha hecho de su poesía «una fábrica de imágenes», tal como sostiene la artista que interpretó desde su trazo algunos de esos textos.
«Su poesía es tierna y delicada, pero rocosa, como si uno tuviera que arañarse las manos y las rodillas hasta coger esas flores y esos cardos y los besos de los que habla. Escribía como ella era, una mujer sensible, de emociones a flor de piel y nervios quebradizos que la llevaban a pensar al mismo tiempo en la muerte y en las hermosuras de la vida», escribe Clara Sánchez en el prólogo del libro publicado por el sello Nórdica.
Esa palabras que se deslizan en las primeras páginas de «Las grandes mujeres» sintetizan el espíritu que el lector descubrirá más adelante: una selección cuidada, justa y amplia sobre la obra de Alfonsina Storni, acompañada por exquisitas ilustraciones de Antonia Santolaya (La Rioja, España, 1966), licenciada en Bellas Artes, artista y diseñadora.
Alfonsina (1892-1938) es «una fábrica de imágenes», dispara la ilustradora española en diálogo con Télam desde Madrid. «Mariposa triste, leona cruel» del poema «Así» o «Me levanté temprano y anduve descalza, /por los corredores; bajé a los jardines/ y besé las plantas» de «Sábado» completan con versos eso que Santolaya anticipa sobre la poeta de origen suizo que llegó a la Argentina a sus cuatro años.
De todas esas imágenes que florecen en los poemas, Santolaya prefirió centrarse en una, la que le pareció «más fuerte» para evitar caer en algo visualmente «barroco», porque «sin querer recoger todo expresas más; el texto ya dice por su cuenta, la imagen acompaña, y en ese acompañamiento, seleccionas algo y le das más potencia, haces tu lectura de lo que se está diciendo, sugieres nuevos significados», explica.
La antología, publicada en España y en América Latina, reúne textos de «La inquietud del rosal» (1916), «El dulce daño» (1918), «Irremediablemente» (1919), «Languidez» (1920), «Ocre» (1925), «Poemas de amor» (1926), «Mundo de siete pozos» (1934) y «Mascarilla y trébol» (1938), en un esfuerzo por condensar el corazón de una obra signada siempre por un mismo horizonte, la libertad.
Como quien interpreta un papel escénico, Santolaya se empapó de Storni en un metamorfosis a la que define como «la de una actriz, porque caminaba, la leía en voz alta, caminaba, volvía a leerla; quería sentir desde dónde había escrito ella», cuenta la española, distinguida con el Premio Apel-les-Mestres y el del VI Concurso internacional álbum ilustrado de Gran Canaria, entre otros galardones.
«Antes de este trabajo -confiesa-, Alfonsina me había producido cierta alerta, pues la veía como una mujer vulnerable y eso me parecía una debilidad. El problema es que la veía desde mi época y sin tener en cuenta las circunstancias de su producción. Ella es precisamente todo lo contrario: a través de esa vulnerabilidad, de ese quedarse desnuda, es cómo construye su fuerza».
«Tu me quieres blanca», ese célebre que comienza como un canto al sonido de «tú me quieres alba,/ me quieres de espumas,/ me quieres de nácar» es tal vez uno de los poemas preferidos de Santolaya porque es «liberador», dice la artista, aunque en todos «la sentí muy cercana, como una simbiosis, como si pudiera hablar a través de mi».
La Alfonsina que eligió el suicidio en el mar y de esa muerte poética se construyó una leyenda, lejos está de ser la única; en este libro se rescatan múltiples facetas y sobre todo su «fijación con la vida» porque «ella no está hablando de muerte como lo contrario a vida, elige cómo quiere vivir y cómo quiere morir, como si fuese una secuencia más de su libertad», piensa Santolaya.
La decisión de su muerte no fue casual, fue cuando «enfermó; ella que sido una mujer libre que se valió por sí misma eligió también cómo morir. Por eso, no me parece justo que fijemos el estereotipo de suicida, ¡ella siempre ha estado hablando de vida!», dice enfática la artista, al tiempo que destaca que lo interesante de este libro «es que se propone dar una visión completa y no dar los 40 principales».
Y como mujer que supo valerse por sí misma -madre soltera que combatió los prejuicios de su tiempo, además de poeta, como si eso fuera poco a principios del siglo XX-, su obra también estuvo marcada por esa «mirada femenina y feminista, que no habla de una mujer, habla de todas, de lo que le ocurre a una y por lo tanto a todos como sociedad», reflexiona la ilustradora.
Es que la poesía de Storni moviliza, estremece, cuestiona, evidencia y sobre todo libera. «Al igual que me pasó a mí, -concluye Santolaya- ojalá muchos otros lectores puedan correrse del estereotipo de su suicidio para descubrir sus ganas de vivir, pero también para conocer a una mujer adelantada a su tiempo».

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