sábado, abril 20

EL FEMICIDIO DE ÁNGELES RAWSON

El movimiento «Ni una menos», del cual esta semana se cumplieron cinco años, fue «un antes y un después en la historia de la violencia de género», señaló Jimena Aduriz, madre de Ángeles Rawsom, al tiempo que opinó si bien hubo avances respecto a la visibilización de los femicidios, todavía debe hacerse mucha docencia a nivel de la sociedad.

«El ‘Ni una menos’ hace cinco años fue una cosa espectacular. No somos conscientes de lo que fue. Con los años nos vamos a dar cuenta del momento histórico que vivimos. Yo estuve ese día en la plaza, fue justo en el medio del juicio de la gorda, y fue impresionante», recordó la madre de Ángeles, y sostuvo que en materia de violencia machista «aún hay que educar mucho, porque el 84 por ciento de los femicidios se da en el ámbito intrafamiliar y ese porcentaje de mujeres son salvables si pudieran correrse del círculo de la violencia».

«Por eso, hay que hacer mucha docencia con el tema de cuáles son los síntomas de una relación violenta y de cuándo empieza para que las mujeres puedan correrse de eso», señaló y advirtió  que «todos los cambios deben hacerse desde la solidez, la consistencia y desde la paz».

«Es un cambio de paradigma muy grande, pero creo que estamos avanzando muchísimo. Recién estamos en la etapa de la concientización y la visibilización de lo que es la sociedad patriarcal, de lo que son los micromachismos. Por lo menos lo estamos viendo y yo noto que los varones han cambiado su mirada y que las nuevas generaciones ya están con otras cabeza», agregó la madre de la adolescente de 16 años que en 2013 fue víctima de un femicidio.

Hace siete años, su hija Ángeles Rawson, fue estrangulada durante un ataque sexual y más tarde desechada a la basura en el barrio porteño de Palermo por Jorge Néstor Mangeri, el encargado del edificio donde la adolescente residia con su familia.

«Me encantaría, no sé si es una ilusión o no, que Mangeri reconociera lo que hizo porque eso lo dignificaría como ser humano. Sería para mí una actitud muy reparadora que me diga qué fue lo que pasó», dijo Aduri,  madre de la joven asesinada asesinada el 10 de junio de 2013.

«Hay momentos –continuó-, en los que me enojo mucho, sobre todo cuando es el cumpleaños de él (el 1 de enero), ahí se me cruzan todos los cables. Pero trato de tener una mirada de perdón. Lo dije desde un inicio, pero fue lo que la gente no entendió y tomó mal».

La madre de Ángeles aclaró que si bien es una persona que «no se engancha con el odio y el rencor», espera que Mangeri cumpla toda su condena y, al respecto, pidió «ni un día menos de cárcel».

Con la prisión perpetua, el femicida que ahora tiene 52 años, recién podrá salir de prisión en 2048, cuando tenga 80 y tras pasar 35 años encarcelado.

Aduriz recordó la «experiencia espantosa» que vivió durante los primeros meses de la causa, no sólo por la mediatización del caso, sino también por la «revictimización» que padeció la familia por parte de algunos actores del Poder Judicial con quienes sigue enojada a pesar de su capacidad de perdón y de que «se llegó a la verdad».

«Se suponía que los que me tenían que proteger de este personaje que mató a mi hija, casi me hicieron tanto daño como él. Lo que nos hicieron fue destructivo. Mataron personas. Mataron a mi suegra, mataron a mi hermano, me quedé sin trabajo, mis hijos terminaron dispersos y a mi marido le destrozaron la vida», dijo en referencia a Sergio Opatowski, el padrastro de Ángeles que para los investigadores era un sospechoso, antes de que Mangeri se autoincriminara en la fiscalía de Paula Asaro.

De todos los fallidos judiciales que se cometieron, para Aduriz la errónea primera autopsia que decía que Ángeles había muerto compactada por el camión de basura, que no había detectado el intento de abuso ni la estrangulación y que motivó la exhumación y una reautopsia, «fue lo más traumático».

«Esos tres días que estuvo fuera de su tumba para mí fueron desquiciantes. Yo la había enterrado en un cajón que le había elegido y le habíamos puesto cartitas, sus cositas y fotitos y después la enterré en un cajón de pino, en un plástico y con una faja, como si fuera una fosa común», dijo, aunque admitió que «si no se hacía, Mangeri quedaba preso sólo por homicidio simple», un delito con una pena menor.

Aduriz se refirió al giro que tuvo su vida a partir del asesinato de su hija y a su actual rol como referente entre familiares de víctimas de delitos y en la lucha contra la violencia de género.

«La muerte de un hijo se resignifica. Es el único duelo que nunca pierde vigencia. Se cumplen siete años de la muerte de ‘Mumi’ y para mí es como si se hubiera muerto hace cinco minutos. Es un dolor muy cruel con el que tenés que convivir y para poder sobrevivir le tenés que encontrar un sentido», comentó.

Al respecto, contó que ella se dio cuenta que podía ser útil en «concientizar sobre la violencia de género» y en ayudar a otros que pasan por lo mismo que padeció ella, razón por la cual junto a otros familiares de víctimas realizaron en 2016 la marcha «Para que no te pase», punto de inicio para que en 2017 se sancionara la «Ley de Víctimas».

A raíz de las restricciones y la cuarentena decretada por la pandemia del coronavirus, Aduriz explicó que este séptimo aniversario de la muerte de su hija será distinto, ya que no podrá hacer el homenaje y la misa que realiza todos los años -algo que reprogramó para el 23 de octubre, día del cumpleaños de ‘Mumi’-, aunque intentará tramitar un permiso para que la dejen visitar la tumba de su hija en un cementerio de Pilar.

Al hablar sobre Ángeles, quien ahora tendría 23 años, contó que iba a estudiar psiquiatría, que le encantaba la música y el «cosplay» (juego de rol con personajes de animé), y que a pesar de ser «dulce, amorosa y una lady», tenía «mucho carácter» y «arriba los debe tener a trote a todos, especialmente a Dios».

«Tengo la certeza de que me voy a reencontrar con ella el día que yo parta, el tema es el mientras tanto. Lo que más extraño son los cuatro o cinco mensajes que me mandaba por día. Me escribía ‘mami, dónde estás, a dónde fuiste’ y yo me moría de amor. Era lo más», recordó con una sonrisa.

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