viernes, abril 26

LA ZARANDA

por Laura Ferré

Paco Sánchez, al frente del grupo teatral andaluz La Zaranda, estrena el miércoles en la Sala María Guerrero del porteño Teatro Nacional Cervantes «El grito en el cielo», que se inscribe en la historia de la compañía capaz de «escaparse a eso de entender al teatro como un hecho de ventas y mercado».
La Zaranda. Teatro Inestable de Andalucía la Baja, a punto de cumplir cuatro décadas como grupo, regresa otra vez al país -la presentación anterior fue en 2013-, con un espectáculo que muestra la rutina de unos ancianos desvalidos, depositados en un aséptico geriátrico sin más esperanza que la sedación paliativa.
Los remedios, las sesiones de rehabilitación y terapias, entre ellas las artes usadas como ejercitación corporal o entretenimiento ocupan mecánicamente el ocaso de sus días, pero algunos deciden no resignarse para desertar de esta suerte de defunción certificada nivel médico y emprenden un viaje hacia la libertad perdida que les hace recuperar la fe como dimensión humana.
Celia Bermejo, Iosune Onraita, Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco (Paco) Sánchez integran el elenco de la obra, que recurre a músicas de Wagner, Liszt, Santo Tomás de Aquino y Pérez Prado, mientras que la iluminación es de Eusebio Calonge y Paco está a cargo también del diseño del espacio escénico.
– ¿Qué factor incide para que La Zaranda prácticamente tenga un romance tan fuerte con los porteños?
– Paco Sánchez: Cuando llego aquí, al ratito nomás creo que nunca me fui, es que, en realidad, nunca dejamos Buenos Aires. Es un misterio, ocurre supongo, porque hay muchos porteños quienes comulgan con nuestra manera de hacer teatro. El teatro es un alimento del espíritu y aquí aún continúa siendo necesario. «Buenos Aires tiene alma de poeta», dice el tango. El público de acá es el mejor del mundo, siempre lo digo, no es ningún piropo. ¡Hay obras por todas partes! Eso me hace sentir orgulloso, porque vamos hombre, habiendo tantas propuestas teatrales, nosotros hemos calado hondo y nos quieren tanto. En algún sitio tenía que caer la semilla de La Zaranda y cayó muy fuertemente aquí.
– ¿El teatro es un misterio?
– Sí, es un misterio y se mueve, en una parte porque tú, como espectador, eres obediente y en otra parte no se sabe bien… Cuando se habla de teatro, se suele hablar mucho del mercado, de las obras que venden y de las que no. La Zaranda se escapa de esa lógica de mercado, porque penetró en el alma de la gente, en lo no material, en aquello que no se ve y esa comunicación acá se da especialmente, desde una energía que te acerca y te atrae. No se puede explicar, de lograr hacerlo, estaríamos hablando de mercado, no de teatro.
– «El grito en el cielo», la propuesta que estrenan el miércoles aborda la la vejez dentro de un geriátrico…, no parece un tema muy «marketinero»…
– María Zambrano decía que, «el grito que sale del alma, es el alma misma». Para mí esta pieza quizás resulta la metáfora más bonita de todas las que hemos realizado, se trabaja la vejez dentro de un geriátrico, es cierto, pero como siempre recurrimos a metáforas y gran simbolismo…el geriátrico funciona como un espacio metafísico, no se trata de una crítica a estos lugares, ni siquiera a la ancianidad. Funcionan como excusa para que podamos incluir a unos personajes en su estadio último, y cómo ellos intentan escaparse de la muerte, de su último momento, la necesidad de trascendencia del ser humano. Nos gusta dar una visión grande, metafísca, porque así entendemos el teatro.
Por supuesto, ocurre que como el tema está arrancado de las realidades cotidianas está lleno de connotaciones sociales, se va a notar todo eso a través de los avatares de esos viejitos, pero bueno, hay una de cal y otra de arena en la puesta, todo no resulta tan trágico, está repleta de humor, negro si lo queremos ver así, pero humor al fin.
– ¿Cómo fue el proceso que dio origen a la obra?
– Empezó a gestarse hace dos años en la Bienal de Venecia, donde ya nos presentamos en dos oportunidades, allí se creó el embrión del trabajo. Montamos ensayos abiertos con la presencia del público y lo que se generaba entonces nos animó bastante a continuar, y luego bueno, ya ha recorrido muchos lugares: hicimos temporada en Barcelona y Madrid y llega a Buenos Aires en plena madurez y vamos a ver que pasa. Un trabajo tiene su infancia, su madurez y su declive, siempre lo digo.
– ¿Se repite algún elemento presente en las creaciones anteriores del grupo?
– (Carcajadas) Lo que va quedando de nosotros es lo que permanece en las obras, pero bueno, la búsqueda continúa y a esta altura resulta mucho más exigente y esencial. Al principio, nosotros éramos muy barrocos, utilizábamos abundancia de elementos en escena, ahora siempre vamos depurando el montaje y nuestras propias palabras, el lenguaje, y seguimos buscando.
– La Zaranda está por cumplir 40 años ¿La actitud de búsqueda continúa?
– Sí y aprovecho para decir que estrenamos trabajo nuevo por «los 40» en 2017, pero lo vamos a celebrar en esta ciudad. Primero, porque todas nuestras puestas vinieron aquí y segundo ¿En qué otro lugar del mundo sería más apropiado festejar? Se trata de un cumpleaños importante, momento de hacer balance, pero no quedarte sólo en eso, sirve para que se abran otras puertas a través de explorar los trabajos anteriores. Por ahí, como personas, el número 40 representa muchísimo, pero con el grupo estamos recién empezando: la ilusión teatral está intacta. Al teatro hay que respirarlo todos los días y olvidarse de uno. Cuando te consideras y te sientes un profesional, ahí mismo se acaba el misterio, estás acabado. Uno siempre está aprendiendo, a diario necesitamos grandes dosis de humildad.
«El grito en el cielo», realizará diez funciones, desde el miércoles, a las 21, y los domingos a las 20.30, en Libertad 815.

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