jueves, abril 25

UNA MUCHACHA PERONISTA

por Juan Carlos Jara

 

Nora Lagos fue una mujer peronista, rebelde y apasionada. Heroína de la Resistencia, a la vez que heredera de un casi centenario emporio periodístico, sobrellevó el odio del establishment cultural y el de sus propios allegados durante buena parte de su vida e incluso póstumamente.

Por años -dirá uno de sus descendientes- “su sola mención en la familia equivalía a evocar a una Gorgona o a una Erinia”. Y no era para menos.

Tenía apenas 28 años -había nacido el 14 de febrero de 1925- cuando accedió a la dirección del diario “La Capital”, de Rosario, decano del periodismo argentino. Hasta ese momento, la hoja fundada en 1867 por su bisabuelo Ovidio Lagos se había caracterizado, como todas las expresiones de la llamada “prensa grande” o, más falazmente, “prensa seria”, por su cerrada postura opositora frente al gobierno del presidente Perón.

Pero con la asunción de la joven directora -”inoculada con el virus del peronismo”, según alguien dijera-, la línea editorial del periódico dará una vuelta de campana y se volverá resueltamente oficialista.

Quien hoy recorra sus páginas podrá corroborar la categórica adhesión justicialista del periódico, pero también la calidad de su material y el prestigio de sus columnistas, lo que puede apreciarse especialmente en el suplemento literario de los domingos -con notorios ribetes de cultura nac y pop- dirigido por el escritor y guionista cinematográfico Hugo Mac Dougall, a la sazón esposo de Nora.

Sin embargo, todo se derrumbó el 16 de septiembre de 1955.

Al otro día del golpe de Lonardi, el diario volvió a manos de la rama antiperonista de los Lagos (es decir, todos menos Nora) y ésta fue a dar con su humanidad a la cárcel.

Apenas recuperada la libertad, ya sin la colaboración de Mac Dougall, que abandona toda actividad y se refugia en las sierras de Córdoba, comenzó a editar un periódico de circulación semisubterránea, “La Argentina (justa, libre y soberana)”. Una mínima parte de la tirada se exhibía en los quioscos porteños -cuando el canillita se animaba- y el resto era repartido por la militancia.

El 31 de diciembre de 1955 apareció el último número de la publicación con este título en tapa: “¿Dónde está Nora Lagos?”. No es muy difícil imaginar que estaba otra vez entre rejas.

Al salir de la cárcel, siete meses más tarde, decide volver a Rosario donde emprende una nueva aventura editorial, a través del periódico “Soberanía”. “Salía un número a la calle, se lo cerraban y la metían presa”, consigna un cronista.

Esta vez compartiría las horas de prisión con su nueva pareja, René Bertelli, joven militante del peronismo combativo. “La pasaban juntos en una comisaría de San Justo, en una celda con un colchón en el suelo y una manta de vicuña”, recuerda una de sus hijas. Allí, atormentada por los ayes de los torturados, se obsesiona con la idea de escapar. Lo logrará tiempo después, fugándose audazmente por los fondos, luego de sobornar a uno de sus guardias.

Embarazada, junto a su pareja y las dos hijas de su matrimonio con Mac Dougall, emprende la huida al Paraguay, país al que había visitado en tiempos mejores acompañando al general Perón. En la ardua travesía, “mitad caminando por la selva y mitad en canoa”, pierde su embarazo.

Finalmente, luego de incontables peripecias, llegan a Asunción, donde viven en la semiclandestinidad, alternando de pensión en pensión, durante seis meses.

Cuando regresan, ilegalmente, a la Argentina, a fines de 1957, corren días de agitación preelectoral. Entre la militancia y el pueblo peronista se discute la conveniencia de votar a Frondizi, candidato a presidente que se asegura había pactado con Perón, o persistir en la línea dura del voto en blanco. Nora comparte esta postura que no será la establecida a la postre por el general.

Enfrentada con las estructuras burocráticas del movimiento, Nora siguió batallando junto a los sectores más combativos del mismo. Por entonces se separa de Bertelli, quien ingresará a la guerrilla de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) conducida por Cacho Envar El Kadri.

En 1962, durante la presidencia títere de José María Guido, vuelve a caer en prisión. Esta será su última detención, porque partir de allí comenzará a alejarse lentamente de la militancia activa, aunque su pasión peronista la acompañará hasta su muerte.

Cuando en 1973 se produce el regreso definitivo de Perón al país, Nora viaja sola en auto desde Rosario para participar en la movilización popular que recibiría al anciano líder. Un testigo recuerda haberla visto a 200 metros del palco mientras silbaban las balas a su alrededor. Cuando alguien la exhorta a que se aleje del lugar, Nora responde, sin dar importancia al riesgo que corría su integridad: “No, no, si Perón va a venir”.

Tenía 50 años y una vida intensamente vivida cuando dejó de existir, el 23 de noviembre de 1975.

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