jueves, abril 18

RODRÍGUEZ DE FRANCIA

UN KARAI-GUASU AMERICANO

por Guadi Calvo

José Gaspar Rodríguez de Francia, el Supremo o el Karai-Guasu («Gran señor», en guaraní) es sin duda uno de los grandes personajes de la historia latinoamericana.

Gobernó Paraguay entre 1814  y 1840 con el título de Dictador Perpetuo. Su fino sentido de la política logró que llegará al poder a pedido de las juntas gobernantes que lo antecedieron y durante su gobierno supo jugar en perfecto equilibrio entre las dos grandes naciones que intentaban captarlo: Argentina y Brasil.

Había nacido Asunción el 6 de enero de 1766 y con 13 años deja su familia para estudiar en el Colegio Universitario de Nuestra Señora de Montserrat, entonces Córdoba del Tucumán, donde permaneció interno durante seis años, para volver a Paraguay con el título de maestro de filosofía y doctor en teología.

Durante sus años de estudio ya mostraría la personalidad que lo convertiría en legendario, muy alejada del carácter efervescente de sus compañeros; fue apegado a los reglamentos, estudioso, disciplinado, austero, rígido y frugal. Condiciones que desplegó a lo largo de toda su vida y las que imbuyó a todas las acciones de su gobierno.

De regreso en Asunción, se enfrentará a su padre, quien quería que entrara al clero y con ese fin lo había sido enviado a estudiar a Córdoba. Pero El Supremo -como iba a ser conocido- había elegido el derecho y comenzó rápidamente a trabajar como abogado, lo que provocó la ruptura familiar Más allá de progresar rápidamente como abogado debido a su fama de incorruptible, sus afanes lo llevaron a participar activamente de la política de su país.

El junio de 1811 fue designado vocal en la Primera Junta de Gobierno y como tal dio el discurso inaugural del primer gobierno independiente del país.

De allí en más supo manejar los tiempos de la política, arriesgando más de una vez con sus estratégicos renunciamientos todas sus posiciones, pero cada vez que era vuelto a llamar no sólo las recuperaba, sino que ocupaba más y más espacio. Hasta que en 1814 es nombrado Dictador por cuatro años, pero antes de vencerse el plazo legal se le otorga el cargo de Dictador Perpetuo.

Su largo gobierno fue una puesta en gran escala las prácticas que había tenido desde sus tiempos como universitario. Con severidad y austeridad elevó al Paraguay muy por encima del resto de las naciones sudamericanas, impidiendo los partidos políticos que conllevaban a guerras civiles como sucedía en las naciones vecinas.

Hizo obligatoria la enseñanza hasta los 14 años y durante su gobierno era difícil encontrar un iletrado: casi todo el pueblo paraguayo supo leer, escribir. Prácticamente selló las fronteras y era tan difícil entrar como salir, negándose al comercio exterior y reduciendo las relaciones diplomáticas al mínimo.

Le otorgó en 1820 asilo a Artigas, quien llegó a Asunción traicionado por sus connacionales y encontró en el gobierno de Francia el apoyo material y moral que le permitió vivir dignamente el resto de su vida.

El naturalista suizo Aimé Bonpland entre 1821 y 1831 vivió en Paraguay desarrollando una larga investigación sobre la yerba mate, a la hora de abandonar el país salió convertido en un hombre de fortuna.

Más allá que la historiografía liberal lo considere un déspota, Gaspar Rodríguez de Francia, no sólo consiguió la construcción de un Paraguay independiente sino que sentó las bases para convertir al país en una verdadera potencia económica y militar.

Creó Las Estancias de la Patria, núcleos agropecuarios con que el Estado controlaba la producción y comercialización de toda la actividad evitando la consumación del latifundio, mal que aquejó y aqueja al resto de las naciones sudamericanas. Avanzó rápidamente en la industria creando fábricas donde se elaboraban implementos agrícolas y armas.

A su muerte el 20 de septiembre de 1840, se encontraría un país organizado, con las cuentas equilibradas y en pleno desarrollo.

La obra de José Gaspar Rodríguez de Francia la continuaron los gobiernos de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano, que sucumbió en la Guerra de la Triple Alianza conformada por Argentina, Brasil y Uruguay, azuzados por el imperio Británico, que veía en el Paraguay un pésimo ejemplo para sus apetencias coloniales.

La guerra aniquiló hasta la bases los procesos de crecimiento y modernización de Paraguay, donde nada quedó en pie más que la memoria del Karai-Guasu, uno de los hombres más importantes y difamados del continente americano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *