por Sergio Arboleya
El bandoneonista y compositor Rodolfo Mederos, nombre prominente del tango, quien el próximo miércoles volverá a los escenarios cuando al frente de su trío encabece una velada en la sala Bebop Club , avisa que en cada concierto “con pandemia o sin pandemia, acá o en cualquier lugar, abrigo la esperanza de que alguna huella deje, que alguna pregunta quede”.
“Lo que vamos a hacer, en principio, es no mentir ni buscar el aplauso fácil ni convencer a nadie, sino apelar solamente lo que el arte puede esgrimir que es la capacidad de sensibilizar”, postula El artista, que con de 81 años es uno de los músicos esenciales del tango. En este sentido, el miércoles desde las 20.30 animará la segunda noche de un espacio dedicado al género en el local sito en Uriarte 1658, donde lo secundarán dos inspirados laderos de su sonido y su estética: Armando De la Vega en guitarra y Sergio Rivas en contrabajo.
La grilla ciudadana en Bebop Club fue inaugurada el 5 por Raúl Lavié y tras la actuación del trío encabezado por quien fuera creador del Octeto Guardia Nueva, luego será animada por Néstor Marconi-Juan Pablo Bavarro (el 19) y Max Aguirre-Noelia Sinkunas. (el 26).
Mederos fue bandoneonista de la orquesta de Osvaldo Pugliese, también forjó lazos musicales con las vanguardias encarnadas por Astor Piazzolla y Eduardo Rovira y coronó la más fecunda cruza entre tango y rock de la mano del grupo Generación Cero, una propuesta que retomó desde 2019 y que actualmente convive con una posición que desde hace años pondera la tradición del tango como nutriente y horizonte.
“El tango está acostumbrado a no ser habitual y tiene que ganarse espacios porque fue una música popular y ha dejado de serlo. Eso dispara una pregunta más existencial y más inquietante. ¿habrá un futuro o sólo será un pasado?”, reflexiona el intérprete en una entrevista realizada por la agencia de noticias Télam.
Y aunque batalla desde su inalterable compromiso artístico, el autor de una obra que incluye “Un tanguito para Valentín”, “La perinola”, “Abran cancha”, “Dejarme ir” y “Según pasan las cosas”, por citar apenas algunas piezas con su firma, señala que “no hay que combatir nada, la naturaleza es lo que es. Yo disfruto de lo que hago y la del tango es una de las músicas más maravillosas que hizo el ser humano”.
Ese pulso mágico para poner a sonar un legado en clave actual que ofrecerá el miércoles venidero en vivo, también puede apreciarse desde una actualidad similar en el registro realizado para el ciclo «Picnic en el Piso Doce Tango Deluxe», espacio conducido por Paula Echeverría cuyos siete capítulos (donde además participan La Orquesta Típica Fernández Fierro, Amelita Baltar, y Lidia Borda, entre más) están disponibles desde fin de año en YouTube.
La entrega virtual no disimula el acotado espacio para las actuaciones en directo por lo que el concierto previsto en el barrio de Palermo en el largo contexto pandémico “me produce mucha alegría, me excita como a un guerrero ir a la batalla y creo que es un privilegio”.
¿Puede pensarse que la conexión que se genera al momento de un recital casi que hace que no importe cuál será el repertorio?
Rodolfo Mederos: La música siempre me pregunta qué hacer en el minuto que viene y lo que voy a tocar son como herramientas, es como la ostia para el cura y yo siento que mi religión es la música.
¿Cuánto importa el escuchar en esa ceremonia?
RM: Mucho. Hay músicas que al ser escuchadas producen un efecto y activan la memoria emocional pero si el acontecimiento sonoro no se queda aferrado al título sino a una cosa que ocurre de una determinada manera en ese momento, sucede la forma en que podemos captar eso que podría llamarse arte. Entonces podría representar un hecho de distracción o sentir que es el reflejo de una época y de un lugar y tiene un contenido, y la otra es que es un objeto portador de belleza. Por lo tanto tampoco es tan simple sentarse y escuchar una melodía, porque lo ideal sería que participen todas esas alternativas.
Al haberse acotado las presentaciones y aunque sigas con tu faceta docente ¿hay más espacio para el compositor?
RM: Sin duda y, sobre todo, a partir de crear para Generación Cero porque me invita a buscar lo que aún no encontré. Seguir tocando la música de antes y quedarse en esa franja es renunciar a otras cosas que debieran venir y pensar en músicas para este grupo me invita a esa zona todavía no muy calculada y sin límites muy férreos que no quiero evitar. Creo que merezco hacer esa experiencia y abrir a ver qué hay, aunque eso acarree otra serie de problemáticas como preguntarme: “¿Me estoy torciendo?¿Me estoy doblegando?”. Pero disfruto situarme frente a eso y asomarme a lo experimental.
¿Qué otras posibilidades te ofrece la aventura de Generación Cero?
RM: Una muy linda, fíjate vos. Quiero lograr con una orquesta típica hacer el repertorio antiguo de Generación Cero (aquel plasmado en los discos «Fuera de broma», de 1976, y «De todas maneras», de 1977). Eso implica otra vía de exploración desde una formación con una memoria histórica y otra que la evade. Música de una determinada formación sostenida por los instrumentos de la otra.