martes, abril 23

ENDEUDARNOS PARA MEJORAR LA EX CÁRCEL CASEROS

Aunque parezca increíble, todo sucedió en la misma sesión. El mismo día que los ediles oficialistas y sus aliados (lilitos, lousteautistas y cortinistas) facultaron al Ejecutivo porteño a vender 12 predios de la Ciudad -entre ellos, el polígono del barrio Padre Mugica en la ex Villa 31-, con la única finalidad de pagar los intereses de la deuda de los 175 millones de dólares que Horacio Rodríguez Larreta contrajo con la Corporación Andina de Fomento (CAF) para contruir el Paseo del Bajo, autorizaron al Jefe de Gobierno porteño, ergo al Ejecutivo porteño, a contraer una nueva deuda.

La normativa, aprobada el jueves 4 de julio en la Legislatura de la Ciudad, autoriza a Ejecutivo porteño a contraer uno o más empréstitos públicos con organismos Bilaterales de Desarrollo o cualquier otra institución financiera local o internacional. También habilita al Gobierno de la Ciudad a emitir títulos de deuda pública en el marco del Programa de Financiamiento en el Mercado Local.

El Fondo Fiduciario Federal de Infraestructura Regional -FFFIR-, Bancos de Desarrollo, Organismos Multilaterales de Crédito, Instituciones Financieras de Fomento de las Exportaciones, serán desde ahora, quienes, en calidad de nuevos acreedores, posarán sus espadas de Damocles [1] sobre nuestras testas ciudadanas.

¿Con qué le pagaremos cuando ya no quede ni un centímetro cuadrado de tierra pública por vender o liquidar? Esta pregunta no tiene respuesta. Lo que sí resulta cierto es que el plazo de amortización de estas operaciones es de un año y el monto máximo alcanza a los 72 millones de dólares.

¿Qué hará Larreta con semejante cifra? Muy sencillo: refuncionalizar, ampliar, construir y poner el valor el predio donde funcionaba la ex cárcel de Caseros, en el barrio Parque Patricios ¿Para qué? Desea desarrollar un edificio gubernamental y también financiar un plan de relocalizaciones.

Si algún lector o alguna lectora, imaginó que la finalidad de este nuevo endeudamiento era la construcción de viviendas sociales, erigir un hospital de alta complejidad o financiar una escuela modelo, le aconsejamos ver un psiquiatra. Su imaginación supera la realidad.

La iniciativa de Horacio Rodríguez Larreta tiene un objetivo ambiguo pero preciso: «Este proyecto atiende al objetivo de desarrollo de zonas postergadas de la Ciudad. A través del mismo se procura revitalizar el área, al mismo tiempo que ayuda a descongestionar la zona céntrica de la Ciudad y efícientizar (sic) la gestión edilicia, como el funcionamiento de los organismos de gobierno. Conforme al Plan de Relocalizaciones, las acciones se orientan hacia la centralización administrativa del gobierno, que comprende el diseño de las oficinas y apoyos complementarios, el equipamiento, la mudanza y los lineamientos de operación y mantenimiento del inmueble», esboza en sus fundamentos.
En síntesis: Más oficinas para la burocracia de una gestión que dice detestar la burocracia.

Donde no existe el mínimo atisbo de burocracia, a la hora de dar curso a caros proyectos suntuarios, es en la Comisión de Presupuesto de la Legislatura porteña. El pronto despacho que tuvo esta iniciativa obligó a su presidenta, la diputada oficialista Paula Villalba, a dar explicaciones: «La obra es sinónimo de esperanza y una vida mejor para esta generación y las futuras», dijo y no habló más.

Durante el tratamiento en el recinto, los bloques de la oposición coincidieron en que la iniciativa producirá un endeudamiento excesivo e innecesario y que el Gobierno porteño debería priorizar otras áreas como salud y educación. Cuando se cuenta con la mayoría, poco importa la opinión de la minoría por más razonable que sea. De eso trata el totalitarismo.

La iniciativa fue aprobada por 35 votos de la alianza Larreta – Carrió, más un colado. Hubo 13 votos por la negativa: izquierda, Unidad Ciudadana y Bloque Peronista y 5 abstenciones de Evolución Ciudadana (lousteautistas) .

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[1] Para aquel que ve una espada desenvainada sobre su impía cabeza, los festines de Sicilia, con su refinamiento, no tendrán dulce sabor, y el canto de los pájaros, y los acordes de la cítara, no le devolverán el sueño, el dulce sueño que no desdeña las humildes viviendas de los campesinos ni una umbrosa ribera ni las enramadas de Tempe acariciada por los céfiros. Horacio, Odas III, 1
La espada de Damocles es una frase acuñada para ejemplificar el peligro que se instala en aquellos que ostentan gran poder, pues no sólo pueden perderlo de golpe, sino todo lo demás, incluida la vida. El diccionario de la Real Academia Española la define como «Amenaza persistente de un peligro».

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