viernes, marzo 29

JORNADA MUNDIAL CONTRA MONSANTO

25 de mayo. Dos plazas. Dos celebraciones. En plaza de Mayo una multitud conmemora los 203 años de la Revolución de Mayo. En plaza San Martin, organizaciones ambientalistas de América Latina  llevan a cabo una jornada de protesta mundial contra la multinacional Monsanto, responsable de la pérdida de la soberanía alimentaria en nuestro continente.  

Dos siglos después, la lucha por la emancipación americana sigue latente

El 25 de mayo, con bailes, expresiones artísticas y pancartas, cientos de latinoamericanos reclamaron a los estados del mundo que pongan freno a las grandes corporaciones que  lucran con el negocio de los productos transgénicos. Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacuba, banda encargada de cerrar los festejos de plaza de Mayo, participó también de la jornada mundial contra Monsanto en plaza San Martín, y denunció que esta es una de las corporaciones que intenta patentar la vida. “La vida no se puede patentar muchachos, el agua, el aire, la tierra es un regalo que nos dió la madrecita… ¡Nadie lo puede patentar! ¡Eso es caer!”, dijo e hizo estallar a la multitud con consignas contra Monsanto.

¿De qué hablamos cuando decimos Monsanto?

De una corporación multinacional responsable de contaminar, causar de enfermedades, malformaciones y muertes.  La Compañía Monsanto nació en 1901, en San Louis Missouri en los Estados Unidos. En sus inicios, fabricaba un endulzante artificial conocido como sacarina.

Hacia los años 20, se convirtió en una de las principales compañías fabricantes de ácido sulfúrico, y PCB’s (bifenilo policlorado), entre otras sustancias químicas que se utilizan en la industria electrodoméstica e hidráulica. Durante los años 40, Monsanto orientó sus negocios  la fabricación de plásticos y fibras sintéticas. Desde entonces, se ha mantenido entre las 10 compañías químicas más grandes del mundo.

A finales de los años 40, Monsanto fabricaba herbicidas que contenían dioxina, una sustancia altamente contaminante y que había enfermado a muchos trabajadores y personas que estuvieron en contacto con ella. Fue así que hacia los años 50 los especialistas en guerra química de los Estados Unidos se interesaron en esta sustancia como una posible arma química y Monsanto hizo acuerdos con ellos.

Entre los productos más famosos de marca Monsanto y vinculados a distintas enfermedades encontramos el “agente naranja” usado en Vietnam, PCB, aspartamo, hormonas de crecimiento (rBGH), herbicidas (Roundup, Lasso, etc) y las semillas transgénicas que producimos y consumimos a diario en nuestro país.

En Argentina Monsanto cuenta con tres plantas, una en Buenos Aires, además de otros proyectos para la construcción de más plantas en el interior del país, incluida una en la provincia de Córdoba  que será la mayor de esta compañía en Latinoamérica.

¿Cómo opera Monsanto?

Monsanto intenta transformar a nuestro continente en un gran experimento genético, dependiente de sus semillas transgénicas patentadas. Para lograrlo, pretende monopolizar la comercialización de semillas a partir de su patentamiento.

Existe una concentración vertical en el sistema agroalimentario que consiste en la formación de bloques construidos por empresas e instituciones que se ubican en una misma zona geográfica y que intervienen a lo largo de todas las fases del proceso agroalimentario. Por ejemplo, Cargill, el gigante de los granos, fertilizantes y alimentos de ganado, se une con Monsanto, el dueño de los transgénicos, y con Krohger para la distribución al menudeo. Las empresas se unen para acaparar todo el proceso de los alimentos, desde su producción hasta su distribución.La fuerte integración vertical de este sistema genera relaciones monopólicas que afectan la autonomía del agricultor.

La creciente dependencia a la provisión de semillas, insumos y paquetes tecnológicos se ve acompañada por una disminución en la capacidad de negociación del agricultor. Como contrapartida, los grandes capitales agroindustriales incrementan su rentabilidad imponiendo condiciones a lo largo de toda la cadena agroalimentaria, desde el tipo de semilla, los precios, la calidad del producto, su traslado y hasta su presentación. El control corporativo es una de las estrategias y objetivos principales de las transnacionales. Existen solo un puñado de empresas que producen transgénicos y Monsanto es la más grande de ellas, ya que es responsable del mayor porcentaje de cultivos transgénicos en el mundo. Por primera vez en la historia existe tal concentración, en términos de una empresa que domina de esa forma un mercado tan fundamental para la sociedad como es el rubro de los alimentos.

En 1980 existían en el mundo alrededor de 7 mil empresas semilleras para uso comercial; desde hace una década, las empresas de punta en la producción de agroquímicos, como Monsanto, Dupont y Bayer, comenzaron un proceso acelerado de compra de compañías semilleras. De este modo comenzaron a promover la venta de semillas transgénicas y sus agrotóxicos en forma de paquete, ya que más de los dos tercios de transgénicos en el mercado son resistentes a sus agrotóxicos.

Actualmente, las 10 empresas semilleras más grandes acaparan el 55% de la venta de semillas de uso comercial. Monsanto es la tercera empresa semillera más grande del mundo, a la vez que ocupa el cuarto lugar en agroquímicos, pero es la primera en cuanto a transgénicos.La aceleración en la producción de transgénicos es alarmante. En tan solo 20 años, desde el año 1982 en que se creó la primera planta transgénica, hasta el 2003, ya se había cultivado un área de 67,7 millones de hectáreas sin conocer (a la fecha) las posibles consecuencias sobre la salud y el medio ambiente.

Sólo 5 empresas controlan el mercado de transgénicos en el mundo y de estas, la Compañía Monsanto tiene más del 90% del mercado de las plantas transgénicas; las otras cuatro empresas son Aventis, Syngenta (antes Novartis), BASF, DuPont y Dow. Estas empresas también producen el 60% de los plaguicidas y el 23% de las semillas comerciales que se venden en el mundo.La mayoría de los transgénicos están diseñados para que tengan que utilizar los agroquímicos de la misma empresa que los produce. Así venden transgénicos y agroquímicos, todo en el mismo paquete. Esto es un negocio redondo.Todo ello deriva en un modelo de dependencia: las empresas transnacionales de los agronegocios como Monsanto buscan generar lazos de dependencia con agricultores y campesinos. La idea es que la venta de la semilla, para que obtenga el mejor resultado, venga acompañada de todo un paquete tecnológico, que, claro está, lo vende la misma empresa.

El objetivo es obligar a la gente a consumir lo que ellos producen. De este modo, en una era donde la agricultura ha devenido en agronegocio, cabe preguntarnos: ¿Por qué estamos permitiendo que las decisiones fundamentales acerca de nuestra tierra y alimentos no sean tomadas por los agricultores, ni siquiera por los propios gobiernos, sino por transnacionales como Monsanto? ¿Por qué dejamos la decisión acerca de qué sembrar, cómo, y a quién venderlo en manos de las empresas?

Según Jimena Romero, del colectivo ‘Millones contra Monsanto’, la multinacional «necesita que América Latina cumpla con esta supuesta función que tiene de abastecer hoy de soja transgénica a una gran parte del mundo», lo que terminará desplazando a muchos pueblos y dejando sin trabajo a muchos campesinos, ya que «el transgénico reduce casi a cero la necesidad de empleados en el campo».

La Soberanía Alimentaria, derecho fundamental de nuestros pueblos.

El argumento principal de la Compañía Monsanto para inundarnos de transgénicos es que logrando una mayor producción de alimentos se va a acabar el hambre en el mundo. Sin embargo, el problema de hambre no se debe a la falta de producción de alimentos sino a la distribución inequitativa y la falta de acceso a ellos. A pesar de que en el mundo hay suficientes alimentos para todos y todas, la cifra total de personas que sufren hambre es de aproximadamente 852 millones, de estos, 815 millones viven en los países en desarrollo.

La Soberanía Alimentaria es el derecho de todos los pueblos, a controlar y decidir soberanamente sobre toda la red alimenticia, desde la producción hasta el consumo, para poder lograr la autosuficiencia alimentaria. Es el derecho a decidir sobre los propios alimentos, de modo que sean apropiados a las circunstancias exclusivas de un pueblo, en el sentido ecológico, social, económico y cultural. Para garantizar la soberanía alimentaria, es necesario que haya una promoción y recuperación de las prácticas y tecnologías tradicionales, que aseguren la conservación de la biodiversidad y la protección de la producción local y nacional.

El biólogo y activista cordobés Raúl Montenegro considera que las luchas locales son muy importantes. “Argentina y Brasil, por ejemplo, son dos grandes productores de soja y maíz transgénico, y esta manifestación es un golpe muy fuerte para Monsanto en la región”, afirma.

Fuentes/Fotografía: Millones contra Monsanto, Asamblea contra Monsanto

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