
La noche del martes 2 de septiembre, el cierre del Tango BA Festival y Mundial 2025 encontró al Teatro Gran Rex encendido, con las butacas colmadas y una expectativa que se podía palpar en el aliento colectivo. No era una noche más para la ciudad ni para el género: después de una semana —o más bien, una intensa temporada de actividades que comenzaron en agosto— Buenos Aires terminó de confirmar su condición de capital global del tango. Entre más de 500 propuestas artísticas y la participación de más de 2.000 artistas, la final del Campeonato Mundial de Tango dejó dos nombres en la historia reciente: Leandro Bojko y Micaela García, consagrados campeones en la categoría Tango Escenario, y la pareja Aldana Silveyra y Diego Ortega, campeones en Tango Pista.
El Tango BA 2025 no fue solo una sucesión de rondas clasificatorias, semifinales y finales televisadas en tangoba.org. Fue un gran encuentro cultural distribuido en 50 sedes de la ciudad, que reunió conciertos, exhibiciones, clases, milongas, proyecciones y ferias. Esa multiplicidad de actividades le devolvió al público y a los hacedores del tango la dimensión comunitaria y profesional del género: escenarios grandes y pequeños, clubes barriales, centros culturales, cines y espacios públicos donde la música y la danza dialogaron con vecinos y turistas, con jóvenes aprendices y con maestros de varias generaciones.
La cifra —más de 500 acciones artísticas— no es mero dato estadístico: habla de un ecosistema en movimiento que articula tradición, innovación y economía cultural. Habla, asimismo, de una ciudad que se habilitó como anfitriona global para delegaciones de 50 países, récord que evidencia la internacionalización del tango contemporáneo. Ese cruce de lenguajes, estéticas y metodologías —docentes extranjeros que enseñan su lectura del abrazo; músicos que mezclan arrabal y arreglos modernos; coreógrafos que desafían lo escénico— fue el contexto donde se resolvieron las finales.
El Gran Rex, con su acústica y su platea abarrotada, funcionó como caja de resonancia de esa fiesta: cada paso fue medido, cada compás contó. La deliberación del jurado —integrado por figuras de primera línea del tango mundial— y la sucesión de performances dejaron ver dos circuitos de la pasión tanguera: el tango escenario, donde la teatralidad, la puesta y la coreografía se entrelazan con la técnica, y el tango pista, que privilegia la musicalidad, el abrazo y la interacción con la música en vivo como lenguaje compartido.
En la categoría Tango Escenario, la pareja de la Ciudad de Buenos Aires compuesta por Leandro Bojko y Micaela García recogió los aplausos y la consagración. Su desempeño combinó virtuosismo técnico con una narración corporal que conectó con el público y convenció al jurado. La escena final, tras la declaración del veredicto, fue de emoción contenida: los bailarines y sus familias, el equipo de trabajo, los profesores y compañeros de los certámenes, todos celebraron lo que es, en la práctica, la visibilidad máxima para quienes hacen del tango una profesión.
Paralelamente, en la categoría Tango Pista —la que remite más a la milonga, al baile social adaptado a la competencia— el merecido título fue para Aldana Silveyra y Diego Ortega, de Colón, provincia de Buenos Aires. Su consagración, anunciada un día antes, subrayó la diversidad geográfica de la élite tanguera: no solo la ciudad capital produce referentes; hay focos de excelencia en distintas localidades que sostienen la cultura tanguera.
Ambas finales fueron transmitidas en vivo por tangoba.org, lo que permitió a audiencias nacionales e internacionales seguir los detalles del certamen y conversar en tiempo real sobre interpretaciones, puntuaciones y emociones. La transmisión amplificó la dimensión de evento mundial del festival: desde salas hogareñas hasta pantallas públicas, el tango circuló.
El festival no escatimó en nombres que representan la historia viva del género. En la jornada de la Final de Tango Pista, el cuarteto musical y la presencia de figuras como el bandoneonista Walter Ríos ofrecieron momentos memorables. Ríos interpretó «Adiós Nonino», la pieza emblemática de Astor Piazzolla, con una expresividad que enlaza con cuarenta años de carrera dedicada al instrumento emblemático del tango. La pieza, cargada de memoria, funcionó como puente entre generaciones: evocó la matriz clásica y las transformaciones que sufrió el tango en las últimas décadas.
También tuvo lugar una aparición que emocionó al público por su tradición y por la persistencia del artista en el tiempo: Miguel Ángel Zotto, con cuatro décadas de trayectoria, bailó junto a Daiana Guspero, su pareja artística desde hace 18 años. La música en vivo del cuarteto de Andrés Linetzky —con Humberto Ridolfi en violín, Ricardo Guzmán en contrabajo, Ramiro Boero en bandoneón y el propio Linetzky en piano y dirección— convirtió el instante en un testimonio vivo del diálogo entre danza y música, entre pasado y presente. Ver a Zotto en escena fue reencontrarse con una trayectoria que ayudó a internacionalizar una manera de bailar y de enseñar tango.
La final de Tango Escenario añadió otro elemento distintivo: la presencia de la Compañía Café de los Angelitos, un espectáculo con diez parejas que incluyó a cuatro parejas ganadoras del campeonato en distintas ediciones. Dirigida por los prestigiosos coreógrafos Gabriel Ortega y Sandra Bootz, la compañía ofreció una puesta que mostró cómo el tango, desde su matriz popular, puede expandirse al teatro y a la dramaturgia sin perder su raíz.
Tango Escenario, como categoría, habilita la puesta en escena, la construcción dramática y la puesta en valor del relato corporal. Allí no basta con la técnica: la intención, la proyección escénica, la dramaturgia y la relación con la música son factores que definen un ganador. La presencia de compañías consolidadas y de coreógrafos con mirada contemporánea demuestra que el tango no es estático: se reinventa, dialoga con otras disciplinas y resignifica su lenguaje.
Más allá de los nombres y premios, el festival funciona como dispositivo de revalorización cultural y generación de economía creativa. Miles de asistentes, participantes y turistas confluyen en una ciudad que, por una semana, vive una microeconomía alrededor del tango: alojamientos, gastronomía, venta de indumentaria y productos culturales, clases pagas, recitales y entradas a espectáculos conforman un circuito con impacto para artistas y para el sector turístico local. Además, la banca institucional volvió a apostar por el género: la articulación entre el gobierno porteño y organizaciones del sector permitió una programación amplia y accesible.
En términos culturales, el evento expone la contemporaneidad del tango: su capacidad de atraer a audiencias jóvenes, su internacionalización —miles de inscriptos de 50 países— y su doble condición de patrimonio inmaterial y producto cultural en renovación. Las escuelas de baile que envían parejas, las academias que organizan talleres y los músicos que conforman orquestas son piezas de una trama que sostiene al género.
Toda competencia de esta magnitud abre debates sobre criterios estéticos y puntuaciones. El jurado, conformado por referentes nacionales e internacionales, aplica parámetros que combinan técnica, musicalidad, expresividad y puesta en escena. Pero la audiencia y los comentaristas especializados suelen discutir los límites entre lo tradicional y lo innovador, entre la fidelidad al abrazo clásico y la búsqueda de nuevas dramaturgias. La transmisión en vivo de las finales, con comentarios y redes sociales activas, potenció esas discusiones: miles de espectadores siguieron, opinaron y compararon estilos, lo que amplificó el diálogo en torno al futuro del tango competitivo.
El récord de sedes internacionales e inscriptos en esta edición plantea preguntas sobre el futuro del campeonato mundial: ¿cómo consolidar la internacionalización sin perder el núcleo cultural porteño del género? ¿Qué papel jugarán las escuelas y los circuitos barriales frente a la creciente profesionalización y escenificación del baile? ¿Cómo mantener la esencia participativa de la milonga en un contexto competitivo cada vez más mediatizado?
Las respuestas no son unívocas. Pero el hecho de que 50 países hayan presentado finalistas demuestra que el tango, lejos de estar encerrado en un tiempo pasado, es un lenguaje migrante que se adapta y se reformula en cada latitud. La tarea de organizadores, docentes y hacedores será entonces equilibrar la apertura internacional con la preservación de prácticas locales: sostener la enseñanza del abrazo, la escucha musical y el respeto por los códigos sociales de la milonga, sin renunciar a la experimentación escénica y a la profesionalización.
Cuando el telón del Gran Rex cayó y las luces del festival comenzaron a apagarse en las distintas sedes, quedó la sensación de haber presenciado algo más que una competencia: una reafirmación de que el tango sigue siendo —en su pluralidad— la banda sonora de Buenos Aires y un nodo central en las redes culturales del mundo. Leandro Bojko y Micaela García, con su corona en Tango Escenario, y Aldana Silveyra y Diego Ortega, con su título en Tango Pista, no solo suman sus nombres al listado de campeones; son síntomas de una disciplina que se renueva.
El Tango BA Festival y Mundial 2025 dejó, además, un saldo tangible: nuevas coreografías, proyectos pedagógicos, encuentros internacionales sellados y, para muchos espectadores, el recuerdo de una noche en la que la danza habló alto, con bandoneón, violín, contrabajo y piano. La ciudad cerró así un ciclo intenso —cargado de memoria y de futuros posibles— y volvió a ofrecer su convite a quienes, desde cada latitud, siguen buscando en el tango un espejo donde mirar y un lenguaje con que expresarse.