
El Cultural Recoleta revive el rock nacional de los fervientes años 80. Desde principios de septiembre y durante todo octubre, cada viernes a las 19:30 se despliega un ciclo que pretende transformarse en el archivo vivo de la experiencia cultural y social de una década definitoria para la música argentina. Los años ochenta. Una bisagra que marcó un antes y un después en el rock nacional. Herencia estética, política y emocional que los artistas convocados intentan reverdecer, repensar y compartir.
Los 80 en Argentina llegaron después de un silencio forzado y se convirtieron en la gran celebración de la libertad recuperada. Música, letras y público confluyeron en plazas, clubes y radios para dar forma a un fenómeno que trascendió lo estrictamente sonoro: el rock nacional fue una cultura popular que alimentó identidad, crítica y pertenencia. La modernidad acelerada, la televisión que empezaba a reconfigurar gustos, la industria discográfica que buscaba nuevos públicos y la propia pulsión de los músicos por contar cosas que antes no podían —todo eso se conjugó para fecundar una escena que terminó por exportar sonidos y estilos. En este contexto, el Recoleta tuvo un rol activo: su geografía cultural y su edificio, núcleo de encuentros artísticos, fueron testigos de debates, presentaciones y de un público que buscaba reconocerse.
El ciclo que se anuncia recupera esa centralidad. No se trata solo de rememorar canciones, sino de volver a colocar en primer plano el lugar desde el cual se pensó y se vivió esa música.
La selección de artistas para el ciclo es heterogénea y representativa; reúne solistas, bandas y duetos que encarnan distintas filiaciones del rock nacional y sus derivaciones. La programación, distribuida en ocho viernes, funciona como un microcosmos que permite explorar matices: desde la canción de autor hasta la recuperación de repertorios populares y los guiños a subgéneros alternativos.
- Sebastián Furman — Vie. 05.09 | 19.30 h
Furman, con su voz y su oficio, representa una línea de cantautoría permeada por el rock: arreglos cuidados, letras que privilegian la observación urbana y una puesta que suele dialogar con la tradición alternativa de los 80. - Daniela Herrero — Vie. 12.09 | 19.30 h
Herrero trae la energía de quien trabaja la canción pop-rock como vehículo para historias íntimas. Su presencia pone sobre la mesa el rol de las voces femeninas que, desde fines de los 80 e inicios de los 90, comenzaron a ganar protagonismo en la escena. - Rosario Ortega — Vie. 19.09 | 19.30 h
Ortega conecta la música popular argentina con arreglos contemporáneos; su sensibilidad rescata matices melódicos y armónicos que remiten a la sofisticación que algunos proyectos de los 80 supieron aportar al rock. - Los Atorrantos — Vie. 26.09 | 19.30 h
Conformando el vértice más festivo del ciclo, una banda como Los Atorrantos remite a la tradición de los grupos que llevaron el rock a espacios masivos sin perder el humor y la complicidad con el público. - Cinema Verité — Vie. 03.10 | 19.30 h
Su nombre evoca la noción de verdad en la representación: bandas como ésta reivindican una estética más cruda y directa, heredera de las propuestas independientes y alternativas que proliferaron en los 80. - Mía Folino — Vie. 10.10 | 19.30 h
Folino trabaja el repertorio con una sensibilidad que dialoga con lo íntimo y lo generacional, haciendo presente el modo en que las canciones atraviesan distintas edades y memorias. - Carolina De La Muela — Vie. 17.10 | 19.30 h
Su propuesta suma la experiencia de intérpretes que, a través de arreglos personales, rebotan entre la tradición del rock y la exploración vocal, proponiendo lecturas renovadas de composiciones clásicas. - Free Fito: Alina Gandini y Emiliano Di Nardo — Vie. 24.10 | 19.30 h
El cierre con un homenaje —o una reinterpretación libre— a Fito Páez reúne dos intérpretes que se aproximan a su obra desde la devoción y la creatividad: un gesto de continuidad hacia uno de los compositores esenciales de la etapa.
Aunque la lista de artistas no pretenda recrear al pie de la letra el cancionero de los 80, sí materializa una conciencia sobre el repertorio. La experiencia en escena, por tanto, se parece menos a un museo y más a un taller: se exhibe, pero se trabaja; se recuerda, pero se reescribe. Es reivindicable que la nostalgia, en el contexto de este ciclo, no funcione como anestesia histórica. Lejos de ser un refugio del pasado, la evocación puede activarse como herramienta crítica: mirar atrás para entender por qué ciertas canciones calaron hondo y cómo esas mismas canciones siguen resonando —o no— en nuestros tiempos. El ciclo ofrece, por tanto, una plataforma para pensar la herencia cultural en plural.
Decir que los 80 marcaron una época implica aceptar que la cultura es acumulativa y que la música actúa como archivo vivo. Este ciclo en el Recoleta no quiere petrificar la década: su objetivo es, por el contrario, poner en movimiento el repertorio para que convoque preguntas nuevas. ¿Qué queda de aquellas utopías sonoras? ¿Qué se resignifica cuando una canción atraviesa generaciones? ¿Qué se pierde y qué se gana cuando la memoria colectiva reinterpreta sus himnos? Si el rock nacional de los 80 fue un movimiento que articuló identidad, crítica y música, el ciclo del Recoleta propone mantener esa articulación viva.