
Cada 16 de octubre, se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, instituido por la FAO con el objetivo de poner en foco los desafíos que atraviesan los sistemas agroalimentarios del planeta y la urgencia de cooperar para erradicar el hambre, la malnutrición y la pobreza. Este año la FAO cumple 80 años, como la primera agencia de Naciones Unidas, con una trayectoria que poco se traduce en cifras, políticas y experiencias efectivas. Los datos de la realidad son avasalladores; cada día mueren 24.000 personas de hambre en el mundo; 18.000 de ellas son niños y niñas de entre uno y cuatro años.
En nuestra ciudad, la conmemoración se materializará en el mercado sustentable de Plaza Lavalle que, como cada semana, reúne a productores, vecinos y consumidores. En ese ámbito, la FAO, junto con el Gobierno de la Ciudad y la organización Sabe la Tierra, llevará a cabo una jornada abierta con el objetivo de potenciar el rol de pequeños productores y productoras, promover hábitos de consumo saludables y sostenibles y abrir un espacio de intercambio directo con la ciudadanía.
“Queremos destacar estas iniciativas y acercarlas a la comunidad”, asegura María Laura Escuder, oficial de programas de la FAO en Argentina. La idea es que los sistemas alimentarios se sostienen en las manos de pequeñas productoras, en las decisiones de consumo de cada hogar, en políticas públicas y en la manera en que se protege la biodiversidad. En este sentido, se entiende que transformar sistemas agroalimentarios implica repensar desde la semilla hasta la cadena comercial, procurar equidad en el acceso y reconocer la cultura alimentaria de las comunidades. Visibilizar esos eslabones es, en última instancia, defender el derecho a una alimentación adecuada, donde cobran vigencia interrogantes como: ¿Qué significa comer bien en una ciudad grande? ¿Qué lugar ocupan las técnicas tradicionales frente a la innovación agrícola? ¿Cómo incide la política pública para que la producción llegue a todas las mesas sin degradar el ambiente? Sin duda, es muy difícil dar respuestas certeras a los 1.300 millones de personas pobres que habitan en el mundo, según datos de la propia ONU.