jueves, noviembre 13

UN HETERODOXO EN LA POLÍTICA

Silvio Frondizi fue uno de los más heterodoxos y comprometidos pensadores del marxismo argentino. Su legado intelectual y su militancia política dejaron una marca indeleble en la historia de la izquierda argentina, especialmente a través de la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), organización que proponía una postura crítica tanto frente al estalinismo del Partido Comunista como al reformismo socialdemócrata.

Nacido un 1 de enero de 1907 en Paso de los Libres, Corrientes, desde muy joven, Frondizi mostró un notable talento académico que lo llevó a alcanzar un gran prestigio como profesor universitario y autor. Fue docente en la Universidad Nacional de Tucumán entre 1938 y 1946 y, más tarde, desde 1958 en adelante, dictó la cátedra de Derecho Político en la Facultad de Derecho de La Plata. Esta carrera docente se complementó con una producción bibliográfica destacada, que incluyó obras fundamentales para el pensamiento político argentino y latinoamericano, tales como “Introducción al pensamiento político de John Locke” (1943), “La crisis política argentina” (1946), “El Estado moderno” (1946) y “La integración mundial del capitalismo” (1947). Más adelante, publicaciones como “La realidad argentina” (1955-56), “Doce años de política argentina” (1958), “El materialismo dialéctico” (1966) y “Argentina: la autodeterminación de su pueblo” (1973) consolidaron su reputación como un académico riguroso y comprometido.

Su obra no se limitó a un análisis teórico vacío: Silvio Frondizi fue también un luchador comprometido con la praxis política. Durante la década de 1940, pese a su oposición crítica al peronismo, cuestionó duramente tanto a la izquierda tradicional como a la derecha oligárquica, criticando la Unión Democrática de 1946 y la participación política que consideraba limitada y dirigida por intereses ajenos a las verdaderas causas populares. Su atención se centró en las clases trabajadoras del interior argentino, a quienes buscó defender y representar desde un marcado compromiso social.

Frondizi no se limitó al activismo académico; su compromiso práctico lo llevó a experimentar en carne propia la persecución política. Fue encarcelado durante la dictadura de José Félix Uriburu en 1931, demostrando desde muy joven su disposición a enfrentar la represión. En 1973, se presentó como candidato extrapartidario a senador por el Frente de Izquierda Popular (FIP), maniobra política que evidenció su voluntad de incidir en el escenario electoral desde una perspectiva de izquierda revolucionaria. El año siguiente integró la mesa directiva del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), un espacio que unificaba diversas corrientes peronistas e independientes de izquierda, y que era liderado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

Su apuesta por construir una nueva izquierda en Argentina se plasmó en la creación del grupo Praxis, una formación influyente en las décadas de los cincuenta y sesenta, y en la edición del periódico Revolución, que circuló entre 1955 y 1960, fungiendo como agente difusor de ideas y debate revolucionario.

Uno de los aspectos más significativos de su pensamiento fue su análisis sobre la situación latinoamericana, convencido desde finales de los años cincuenta de que en la región existían condiciones objetivas para una revolución socialista, aunque advertía la ausencia de elementos subjetivos clave, en particular la articulación entre masas populares, partido y dirección revolucionaria. A este respecto, defendía desde una óptica auténticamente marxista la necesidad de que el socialismo garantizara «la libertad política y espiritual del hombre», tal como afirmó en su influyente trabajo “Tesis de la izquierda revolucionaria en Argentina”.

La defensa de la dignidad humana y la justicia social también lo llevaron a ser ferviente partidario de la Revolución Cubana, al punto que Ernesto “Che” Guevara le ofreció convertirse en rector de la Universidad de La Habana, propuesta que Frondizi rechazó, prefiriendo continuar su lucha en Argentina.

Un fuerte componente de su militancia fue la defensa de presos políticos, en particular de los militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que participaron en el intento de toma del regimiento 17 de Catamarca el 10 de agosto de 1974.  Esta valentía le costó cara: la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), organización parapolicial dirigida por José López Rega, firmó su sentencia. Pocos días después de la defensa pública, su estudio fue incendiado y una granada antitanque estalló en su casa, actos que anunciaban un destino trágico.

La sangre de Silvio Frondizi marcó un capítulo oscuro en la historia argentina. El 27 de septiembre de 1974, fue brutalmente atacado en su domicilio por los esbirros de López Rega, quienes lo golpearon, le dispararon por la espalda y abandonaron su cuerpo en un descampado de Ezeiza. Lo que parecía un final brutísimo se acompañó de profanaciones adicionales: el cortejo fúnebre fue interrumpido y su féretro secuestrado durante un largo tiempo; su departamento fue allanado y le arrebataron sus libros, archivos y manuscritos inéditos, documentos que podrían haber enriquecido aún más el caudal intelectual de la izquierda argentina.

Como tantos otros “malditos” de nuestra historia nacional, la maquinaria del prestigio y de la memoria oficial, al servicio de la clase dominante, ha intentado silenciarlo, invisibilizando su aporte, difuminando la vigencia de su pensamiento crítico y la valentía de su compromiso con las causas populares. Sin embargo, la figura de Silvio Frondizi permanece como un faro para quienes buscan comprender las complejidades del marxismo heterodoxo en Argentina y el significado profundo de la lucha revolucionaria, un ejemplo de coherencia intelectual y de integridad política que sigue inspirando a nuevas generaciones.

Silvio Frondizi no fue sólo un académico o un teórico; fue un hombre que puso en riesgo su vida y que pagó con ella por defender un ideal de justicia y libertad en tiempos de violencia política y represión estatal. Su historia es una crónica no solo de tragedias personales, sino también de la resistencia de una izquierda que se negó a renunciar a sus convicciones en las horas más oscuras del país. En recordar y analizar su trayectoria, se sostiene también la memoria viva de una Argentina que busca justicia y emancipación.