viernes, abril 19

EVER DE BUENOS AIRES

La obra del muralista argentino Nicolás Romero Escalada impacta por sus enormes rostros de colores intensos que no solo se observan en paredes de la Ciudad de Buenos Aires, sino que desde hace varios años trascendieron al resto de América Latina y a Europa para darle visibilidad a través de la pintura a sitios sumergidos.
«El mural no va a hacer que la gente coma mejor, pero sí que haya más transitabilidad por la zona donde está ubicado», evaluó Romero Escalada, que eligió el seudónimo de Ever, con el que busca la permanencia de su obra, que en muchas oportunidades realiza con muralistas en Barcelona, Austria y México.
«Otro efecto fundamental es que la presencia de artistas de todo el mundo pintando en un lugar determinado hace sentir a su gente que son importantes para la sociedad», sostuvo el artista que en Buenos Aires pintó las oficinas de Facebook para el Bicentenario y la figura de Lionel Messi, para una subasta en Dubai, y ahora decidió realizar una instalación en la Ciudad de Buenos Aires.
«Cuando fui a pintar a la localidad dominicana Río San Juan, que tiene el mayor índice de HIV del Caribe, la gente estaba muy agradecida de que haya 16 artistas de diferentes partes del mundo pintando para ellos» contó el joven de 29 años, nacido en el barrio de San Cristóbal.
Para Romero Escalada, «lo principal es que la gente sienta que ese pedazo de muro les pertenece a ellos y no es del artista; y es lo que pasa generalmente: La gente empieza a tomarlo como propio, por lo que las paredes tienen un dueño que es el que vive adentro pero afuera es de todos».
«La calle es el único espacio que sentimos que es nuestro porque cuando vemos que algo está mal salimos a la calle; es el único lugar donde nos sentimos libres, y si bien nuestras casas son espacios íntimos ahora no lo son tanto porque llegó el celular y todo invade los espacios», sostuvo el artista que integra una red de muralistas, a nivel mundial.
Este apego por la calle lo impulsó en su adolescencia a canalizar sus inquietudes artísticas hacia el graffiti, aunque conocer la obra y la técnica de los muralistas mexicanos David Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco le provocó un gran impacto, que le permitió integrar luego el movimiento de arte urbano mundial.
«El muralismo mexicano me inspiró cuando tenía entre 23 y 25 años; fue como un barquito que me llevó a la línea de lo que quería generar con mi obra, así adquirí la técnica, el conocimiento y después fui por ese río tratando de probar orillas», reflexionó.
Aunque por muchos años se consideró «apolítico» durante una estadía en Francia, la amistad con filósofos franceses cambió su forma de mirar el mundo, al igual que la experiencia de su padre que fue perseguido durante la dictadura militar, cuando trabajaba en la embajada de Brasil, en Argentina, como difusor del cine de ese país.
«Si te aumenta el precio del pan es una decisión política, por eso si creés que sos apolítico es mentira, siempre hay acciones que van a manejar tu contexto», le explicaron sus filósofos amigos.
A partir de esa reflexión comenzó a leer sobre comunismo, lo que lo llevó a analizar posters comunistas chinos donde observó «una distancia entre la teoría y la práctica», que ahora representa en una instalación, denominada «La cabeza», y que realizó junto al escultor Marcos Berta.
En ese lugar, expone una cabeza gigante de Mao, de 3,30 por 2,70 metros, de color amarillo hecha en telgopor, colgada como si estuviera flotando, que detrás guarda el conocido gatito de la suerte que saluda constantemente, y sobre el suelo hay libros pintados en rojo y amarillo, con la hoz y el martillo.
«Esa cabeza gigante de Mao que flota y nunca toca el suelo es la teoría que no se puede plasmar en la realidad, representada por el individuo, que es el responsable de que las teorías no funcionen», consideró.
«El gatito de la suerte es la simplificación de todo: China hoy es comunista pero hace productos -cámaras, grabadores- que son para el capitalismo, y así vivimos en un mundo de contradicción», consideró al explicar la muestra denominada Dinámica, cuyos curadores son la francesa Camille Cousin y el argentino Lucas Zambrano.
«Los libros representan el libro rojo de Mao, con los que busco aniquilar la simbología del libro como conocimiento; y por otra parte, me recuerdan los libros que mi padre debió arrojar al río, al ser perseguido durante la dictadura», dijo sobre la instalación, que se exhibe en Laboratorio de Festival, ubicado en Gorriti 5741, de Palermo Hollywood, los martes y jueves, a partir de las 20.00 y los viernes y sábados, de 21.00 a 01.00.
Romero Escalada, que con esta instalación busca una nueva forma de exhibir su producción, iniciará a partir de junio una gira por ciudades de Estados Unidos como San Francisco, Chicago, donde participará de una muestra colectiva.
Continuará por Nueva Jersey, Nueva York y Cozumel, y luego llegará a Cuba, donde realizará murales, impulsados por una ONG, uno de cuyos integrantes es el dueño de una empresa cubana residente en México.

Fuente: Télam

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