
El domingo 1 de junio, un grupo de actores se reunió frente a la Casa del Teatro en Buenos Aires para realizar un abrazo simbólico en defensa del Instituto Nacional del Teatro, en rechazo al decreto 345 del Poder Ejecutivo que modifica su funcionamiento. La manifestación pacífica fue reprimida por la policía, que aplicó el protocolo antipiquetes del Ministerio de Seguridad.
Entre los presentes se encontraba la actriz y conductora Georgina Barbarossa, quien denunció la represión a través de sus redes sociales y en entrevistas radiales. Según Barbarossa, la movilización contaba con aproximadamente 200 actores cuando llegaron patrulleros y efectivos policiales en gran número, lo que generó momentos de tensión. La protesta buscaba visibilizar el impacto de las reformas gubernamentales sobre el teatro independiente y la cultura en general.
La diputada Vanina Biasi también se pronunció sobre el operativo policial, calificándolo como un intento del gobierno de Javier Milei de acallar las protestas que se multiplican en el país. La movilización incluyó la participación de reconocidos actores y actrices, quienes expresaron su preocupación por el futuro del teatro en Argentina.
La Casa del Teatro es una institución cultural, fundada en 1938 por la reconocida soprano Regina Pacini, esposa del entonces presidente Marcelo Torcuato de Alvear. Su creación tuvo como objetivo principal brindar alojamiento y apoyo económico a los artistas jubilados que requerían vivienda y asistencia financiera. Esta noble labor continúa en la actualidad, ya que la Casa del Teatro proporciona alojamiento a más de treinta huéspedes que han dedicado su vida al mundo del teatro y han dejado una huella significativa en la formación de nuestra identidad cultural.
La represión frente a la Casa del Teatro se enmarca en un contexto de políticas de ajuste implementadas por el gobierno de Javier Milei, cuyo impacto se deja sentir de manera directa en el Instituto Nacional del Teatro y otras instituciones culturales vinculadas al desarrollo y promoción de las artes escénicas. Entre las consecuencias más notorias de esta represión se destaca una mayor movilización del sector: actores, dramaturgos y gestores culturales han intensificado sus protestas y llamados a la acción, buscando defender no solo su espacio de trabajo y expresión, sino también la continuidad de un teatro independiente que alimenta la diversidad cultural del país. Además, existe una preocupación creciente por el financiamiento, ya que las reducciones presupuestarias y la posible eliminación de apoyos estatales plantean un escenario alarmante, poniendo en riesgo la subsistencia de numerosas salas independientes que dependen de esos recursos para su funcionamiento. Este panorama afecta también la producción teatral, dado que la incertidumbre sobre el futuro del Instituto Nacional del Teatro dificulta la planificación de obras y festivales, lo que podría derivar en una disminución significativa de la oferta cultural, afectando no solo a los artistas, sino también al público que se nutre de esta expresión artística. Frente a este contexto adverso, la comunidad artística ha mostrado una actitud de resistencia y solidaridad, reforzando su unidad y explorando diversas estrategias para sostener el teatro independiente, manteniendo viva una tradición cultural fundamental en tiempos de crisis y ajuste económico.