sábado, diciembre 27

COLORES EN LA CHACARITA

La Avenida Guzmán, que bordea uno de los pulmones históricos de la ciudad —el Cementerio de la Chacarita—, dejó de ser por unos días un tramo más de paredones grises para convertirse en un taller a cielo abierto. Más de mil metros cuadrados de muros se transformaron en superficie pictórica: andamios, grúas, botes de pintura y, sobre todo, manos de artistas que desplegaron jornadas intensas para sumar color y sentido a un entorno que, hasta ahora, habitaba la memoria en silencio.

La intervención forma parte de un proyecto integral del Gobierno de la Ciudad orientado a embellecer y revalorizar muros y espacios públicos del barrio. No se trata solo de aplicar pigmento a la piedra: la obra pretende devolver presencia a los muros del cementerio, abrir una lectura que dialogue con la espiritualidad, la memoria, el culto a los seres queridos y la relación con el territorio. En ese cruce entre estética y lugar, el proyecto continúa la línea iniciada en una fase anterior sobre la Avenida Jorge Newbery, ampliando la superficie artística incorporada al paisaje urbano.

Los nuevos murales, concebidos por los artistas visuales Lucas Tesoreiro y Eugenia Petre, proponen dos piezas diferenciadas pero contiguas que, en palabras de los autores, funcionan como “una bienvenida al cielo y una entrada al paraíso”. Tesoreiro, ilustrador y diseñador gráfico y vecino del barrio, trabajó la primera obra en monocromo: una puerta hacia los cielos poblada por una jerarquía de figuras celestiales —ángeles, arcángeles, serafines, querubines— dispuestas con cierto orden que remite a las composiciones del Art Nouveau. Su propuesta busca una trama visual que parta de la línea y que invite al viandante a acercarse y recorrer el muro. “Que una obra mía esté acá en gran tamaño es muy importante y un orgullo —dice—, porque soy del barrio y el cementerio es icónico; además, es una forma de brindar alegría a la gente”.

La pieza de Eugenia Petre, en tanto, despliega “una entrada al paraíso” concebida como un paisaje ideal casi abstracto, sostenido en pulsiones de color y forma. Su intervención recurre a más de 35 tonalidades: azules y violetas predominantes, destinados a transmitir calma y a dialogar con la vegetación que bordea el mural. Para Petre, el corazón de la propuesta está en la experiencia sensorial del color: “el color y su implicancia en las sensaciones” constituyen la herramienta para transformar un espacio que, antes, era “muy gris, derruido”. La artista subraya, además, la dimensión pública del muralismo: su capacidad de irrumpir en la vida cotidiana y estar disponible para todos.

La ejecución exigió trabajo colectivo y logística: además de los autores principales, participaron otros muralistas profesionales que, con grúas y escaleras, llenaron de color los extensos paredones. Las jornadas de intervención tuvieron carácter intensivo dada la escala del proyecto y la intención de integrar las nuevas piezas con las realizadas en la fase precedente, conformando un corredor artístico que recorre la inmediación del cementerio.

Más allá del gesto estético, la iniciativa responde a una política urbana que apuesta al arte público como herramienta de transformación del paisaje y de fortalecimiento de identidades locales. Al intervenir un espacio emblemático como el Cementerio de la Chacarita, la acción no solo embellece: revaloriza la memoria del barrio, incorpora nuevas lecturas sobre el territorio y pone en valor el trabajo de artistas locales. Para los vecinos, la presencia de murales en estos muros significa una forma de habitar la ciudad con otra cercanía, una invitación a mirar los muros como lugares de encuentro entre historia, afecto y creatividad.

El proyecto, entonces, traza una continuidad: no se limita a una obra puntual, sino que suma superficie artística al espacio público y proyecta un cambio perceptible en la trama urbana. En un tramo donde la piedra y la historia supieron imponer sobriedad y silencio, ahora el color abre rutas de lectura —espirituales, estéticas y comunitarias— que resignifican el borde del cementerio y, con ello, una porción del barrio.

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