
por Gabriel Luna
Empecemos con música. “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia: la verdadera historia; quien quiera oír que oiga”, cantaba hace un tiempo Litto Nebbia. Y la cuestión de la Otra Buenos Aires es precisamente: intentar llegar a través de las historias presentadas por los vencedores y sus descendientes —los actuales dueños del poder— a la otra historia, la verdadera historia.
Los Álzaga (I)
Uno de los apellidos que desembarcaron en Buenos Aires en el siglo XVIII y permanece hasta nuestros días, cuatro o cinco siglos igual, como diría León Gieco, es el de Álzaga. ¿Se trata de algún mérito? ¿De un abolengo familiar? ¿De alguna nobleza o estirpe particular? Para nada. Se trata, como diría Gieco, de sangre en el trigo (por los colores de la bandera española), intereses económicos, guerras, pueblos sometidos, ricos y pobres, esclavos y señores acaudalados.
Cuenta la historia de los que ganaron, que el “fundador” de esta familia fue un vasquito muy pobre, de doce años, llamado Martín Álzaga, que desembarcó en Buenos Aires en 1767. Cuenta esa historia que Martincito además de pobre tampoco hablaba español (sólo hablaba euskera), pero que aprendió con esfuerzo durante años mientras trabajaba como dependiente en una tienda; y cuenta esa misma historia que era tan inteligente, emprendedor y diligente, que en sólo 10 años, a los veintidós, se convirtió en el hombre más rico del Río de la Plata. Y se consigna también que Martín Álzaga hizo además carrera política: entró al Cabildo como defensor de pobres en 1785, después fue síndico, regidor y ascendió a alcalde de 1º voto (la máxima autoridad después del virrey) en 1795. Luego esta historia lo convierte en héroe por su resistencia a las Invasiones inglesas de 1806 y 1807, dice que Álzaga puso su fortuna en juego para conformar un ejército propio, que junto con las fuerzas oficiales dirigidas por Liniers derrotó a los ingleses.
La Otra historia dice que el vasquito no era tan pobre y desamparado, dice que su tío era el capitán del barco que lo trajo a Buenos Aires, y que la tienda donde trabajó era la próspera casa de comercio de Gaspar Santa Coloma, un vasco emparentado con él. Cuenta la Otra historia que Álzaga no estaba confinado como dependiente en una tienda, sino que viajaba a España, Angola, Buenos Aires y Potosí, y que el negocio próspero con el que hizo fortuna fue el contrabando y la venta de esclavos africanos. Y dice también la Otra historia que las Invasiones inglesas se dieron en el contexto de la guerra entre España e Inglaterra de 1804 a 1809, y que sin duda la ocupación de Buenos Aires ponía en riesgo el negocio de la plata traída desde Potosí y el de la venta de esclavos traídos desde Angola para trabajar en el Virreinato y en Europa.
De modo que tanto Santa Coloma como Martín Álzaga reaccionaron contra los ingleses no tanto por apego a Buenos Aires o a España, sino para defender sus propios intereses.
(Continuará)
