
El sábado 27 de septiembre, una vez más, las calles de la ciudad serán escenario de un nuevo reclamo colectivo. Organizaciones feministas, sociales, sindicales y políticas confluirán en una movilización desde plaza hasta el Congreso de la Nación bajo una consigna: Ni Una Menos. No hay víctimas buenas ni malas, hay femicidios. La columna estará encabezada por las familias de Lara, Brenda y Morena, las tres jóvenes cuyo asesinato encendió una indignación masiva.
La convocatoria —nacida de una concentración espontánea en Plaza Flores que rápidamente se multiplicó en barrios y ciudades— tendrá réplicas en La Matanza, Florencio Varela, La Plata, Rosario y Córdoba, una muestra de que la conmoción atraviesa provincias y clases sociales. Al finalizar la asamblea en Flores, se resolvió marchar con una palabra de orden que atravesó pancartas, micrófonos y cánticos: la responsabilidad del Estado no puede seguir siendo eludida.
Las familias de las jóvenes denunciaron públicamente irregularidades y omisiones en la investigación. Afirmaron que la policía bonaerense tardó 48 horas en iniciar la búsqueda activa de las jóvenes y que la alerta Sofía —mecanismo pensado para la localización de menores desaparecidas— nunca se activó en el caso de una de ellas. Acusaciones que, más allá de detalles procesales, se escudan en una pregunta ética y política: ¿por qué los protocolos fallan cuando está en riesgo la vida de mujeres y niñas?
El caso, además, estremece tanto por la brutalidad de los hechos como por el contexto en el que ocurre. La crisis económica y social que atraviesa el país se siente en la cotidianeidad; a esa fragilidad estructural se le suman discursos públicos que normalizan el odio. Para muchas de las organizaciones que convocan a la marcha, ese cuadro no es ajeno a las recientes políticas y declaraciones de autoridades nacionales. Señalan que los discursos que estigmatizan a mujeres y personas LGBTIQ+ han ido calando como una suerte de ideología de Estado con el auge político de figuras como Javier Milei, y que esa atmósfera contribuye a naturalizar la violencia.
En ese clima de reprobación social, los gobiernos de las distintas jurisdicciones —Provincia de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires y Nación— protagonizaron un intercambio de acusaciones públicas, intentando deslindar responsabilidades. El cuerpo político se fragmenta en comunicados y cruzadas mediáticas mientras las familias piden respuestas concretas: investigación seria, medidas de protección efectivas y sanciones para quienes hayan omitido o demorado procedimientos esenciales.
La movilización pone en escena varios ejes que vienen repitiéndose en cada protesta multitudinaria: el pedido de justicia por las víctimas, la denuncia de la inacción policial, la exigencia de protocolos operativos eficaces y la demanda de políticas públicas integrales de prevención. También reaparecen reclamos de largo plazo, como la implementación real de programas contra las violencias basadas en género, la garantía de acceso a recursos judiciales y psicológicos para las familias, y la formación obligatoria para fuerzas de seguridad y funcionarios.
Los datos empíricos refuerzan la gravedad de la situación. Según el Observatorio de las Violencias de Género Ahora Que Sí Nos Ven, entre el 1 de enero y el 31 de agosto de 2025 se registraron 164 asesinatos de mujeres en Argentina, un promedio alarmante que roza el femicidio por día. Esa cifra, cruda y sistemática, alimenta la sensación de emergencia permanente que expresaron las y los manifestantes frente al Congreso.
En las voces de las mujeres se mezclan el dolor y la rabia con la fuerza colectiva: familiares que exigen que se investigue hasta el final; compañeras que piden que estos hechos no queden en la impunidad; sindicatos que reclaman protocolos laborales contra la violencia; y organizaciones barriales que sostienen que sin medidas concretas no habrá cambios estructurales. La consigna —No hay víctimas buenas ni malas, hay femicidios— busca cortar cualquier intento de jerarquizar el sufrimiento y reclamar igualdad de justicia para todas las víctimas.