UNA VEZ UN CIRCO
En las tardes templadas de los años sesenta y setenta, cuando las luces del Luna Park comenzaban a encenderse y la marea humana se acercaba al estadio, sucedía algo que, para muchos porteños, tenía el hálito de lo extraordinario: la llegada del Circo de Moscú. No era un anuncio más en la cartelera. Era la promesa de un acontecimiento que congregaba familias, curiosos, críticos y curiosos de la política internacional bajo un mismo techo: la pista redonda, la carpa en miniatura que brillaba en el interior del Olimpo del boxeo y los espectáculos, la música que abría cada función y el murmullo expectante antes del primer acto.
La primera visita, en 1966, se inscribió en la memoria colectiva con un carácter especial. No solo porque los artistas ejecutaban números de una precisión, audacia y es...