
En julio, la Ciudad de Buenos Aires volvió a mostrar un repunte inflacionario. Según datos ofrecidos por el Instituto de Estadísticas y Censos de la CABA, el Índice de Precios al Consumidor (IPCBA) trepó ese mes al 2,5%, lo que representa 0,4 puntos porcentuales por encima del valor de junio, y una inflación interanual en el territorio porteño que ya alcanza el 40,9%.
Lejos de ser una cifra aislada, ese 2,5% condensa cambios en la dinámica de precios que impactan distintos bolsillos y sectores: desde la canasta diaria de alimentos hasta los servicios regulados, pasando por combustibles y tarifas privadas. En este sentido, el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) elaboró un análisis sobre estos datos que permite leer con más detalle de qué manera se compone y se transmite la inflación porteña.
Un julio de aceleración: transables vs no transables
La tendencia que venía marcando los meses previos se sostuvo y se acentuó: el componente no transable —esencialmente servicios— continúa mostrando una suba más pronunciada que los bienes transables. En términos mensuales, los bienes crecieron 1,2%, mientras los servicios escalaron 3,3%. Esta diferencia es clave para entender por qué la inflación se mantiene alta aun cuando algunos precios relativos —vinculados al comercio exterior o a la competitividad— moderan su ritmo.
Dentro del índice, la heterogeneidad entre sus componentes se redujo en julio: los precios regulados treparon 2,1% y el núcleo (es decir, la parte de la inflación que excluye estacionales y regulados) marcó 1,9%. Sin embargo, el rubro estacionales experimentó una marcada aceleración: 9,0% en el mes, un salto que explica buena parte del repunte general y refleja tensiones puntuales en alimentos frescos y productos con fuerte volatilidad estacional.
Rubros que empujaron la suba: Restaurantes, seguros y transporte
El listado de aumentos mensuales revela cómo se distribuyeron las presiones inflacionarias:
– Restaurantes y hoteles registró la mayor variación con 5,3% mensual y una inflación interanual de 46,9%. El sector combina alza de costos (alimentos, energía, salarios) y, en algunos segmentos, recomposición de márgenes.
– Seguros y servicios financieros anotó 3,8% mensual y un preocupante 76% interanual, lo que sugiere una fuerte repricing en tarifas y comisiones vinculadas al sistema financiero y productos aseguradores.
– Transporte y Recreación y cultura presentaron variaciones mensuales de 3,6% y mantienen subas interanuales superiores al 40% (Transporte 42,3%).
– Información y comunicación avanzó 2,8% mensual.
– Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles subieron 2,3% (con una interanual del orden del 48,1%), en un contexto de ajustes tarifarios y aumentos en costos energéticos.
– Cuidado personal, protección social y otros productos también aumentaron 2,3%.
En educación y salud los incrementos también son relevantes: Educación creció 2,0% mensual y acumula 57,1% interanual; Salud se elevó 1,8% mensual y 49,6% interanual. Estos rubros, en particular, evidencian procesos de desregulación parcial o aumentos autorizados que terminan trasladándose de manera sostenida a los hogares.
Alimentos: tensiones en frescos y en productos básicos
El rubro Alimentos y Bebidas no alcohólicas mostró un avance mensual de 1,8% y un incremento interanual más contenido, del 30,6%. Dentro de la categoría, los principales impulsos provinieron de:
– Verduras, tubérculos y legumbres: +6,9% (ítem que explica gran parte de la aceleración estacional).
– Aceites, mantecas y otras grasas: +1,5%.
– Leche, productos lácteos y huevos: +0,5%.
– Pan y cereales: +1,6%.
– Carnes y derivados: +1,2%.
– Azúcar, repostería y postres: +1,5%.
Los relevamientos mayoristas del CEPA en julio confirman la presión sobre frescos: las hortalizas aumentaron 4,5% en el Mercado Central, con fuertes subas puntuales como la batata (+18,2%) y el tomate redondo (+8,3%); la papa, de mayor ponderación en la canasta del sector, trepó 6,6%. En frutas, el precio ponderado mayorista subió 10,4%, jalonado por banana (+28%), limón (+7,7%) y naranja (+5,2%). Estas variaciones mayoristas suelen trasladarse con cierto rezago a precios minoristas, amplificando la volatilidad estacional.
Otros rubros: moderación relativa y excepciones
Bebidas alcohólicas y tabaco avanzaron 0,9% en julio. Equipamiento y mantenimiento del hogar mostró un incremento moderado de 0,6%. En contraposición, prendas de vestir y calzado tuvieron una contracción estacional de -1,6%, reflejando tanto la estacionalidad de las rebajas o liquidaciones como cambios en la demanda.
Factores macro y micro que incidieron en julio
La aceleración de julio no puede explicarse únicamente por oferta agrícola o por transiciones estacionales: en el mes hubo cambios de política y de condiciones de costos que amplificaron las presiones.
1) Régimen cambiario y dólar
Julio marcó un punto de inflexión en el régimen cambiario: se abandonó el esquema de crawling peg al 1% mensual y se adoptó una flotación entre bandas (con piso y techo alrededor de $960 y $1.450, respectivamente), además de flexibilizar el acceso al dólar oficial para personas humanas. Entre puntas del mes, el dólar oficial mayorista se apreció 13,2%, y el contado con liquidación (CCL) subió 12,3%. Ese salto del tipo de cambio oficial y financiero tiende a trasladarse a precios de bienes transables, insumos importados y a la inflación vía expectativas y anclas nominales.
2) Combustibles
El precio de la nafta súper de YPF subió 5% en el mes, un aumento que impacta directamente en costos de transporte y logística y, por tanto, en precios de bienes y servicios que demandan movimiento de carga o traslado de personas.
3) Servicios públicos y tarifas
El gobierno autorizó aumentos promedio de alrededor del 2% en las tarifas residenciales de electricidad y gas, y AySA aplicó aumentos del orden del 1% en las tarifas de agua en el AMBA. Si bien numéricamente modestos, estos ajustes se suman a iteraciones previas y a la indexación de costos de mantenimiento y operación, afectando la cuenta doméstica y la estructura de costos empresariales.
4) Prepagas y salud privada
El sector salud volvió a mostrar incrementos, producto de una desregulación parcial: tarifas de prepagas registraron aumentos de hasta 2,65% en algunas empresas (por ejemplo, Medicus 2,65%; Omint 1,95%; Galeno 1,9%; OSDE 1,85%; Avalian 1,75%, entre otras). Estos ajustes explican parte del incremento mensual del rubro Salud y se traducen en mayor presión sobre el gasto familiar no regulado.
Transmisión y concentración de la inflación: qué rubros explican más y a quién golpea
La lectura por deciles de ingreso y por canastas revela que los hogares de menores ingresos tienden a sufrir más la aceleración cuando esta proviene de alimentos frescos y combustibles, dos rubros de peso en su gasto. En contraste, los aumentos en seguros, servicios financieros y algunos ítems electrónicos afectan proporcionalmente más a hogares de ingresos medios y altos. En el escenario actual, la confluencia de un salto cambiario, aumentos en combustibles y repuntes en precios mayoristas de frescos crea una tormenta perfecta que atraviesa estratos heterogéneos: la parte core de la inflación sigue empujada por servicios y tarifas, mientras que la estacionalidad y los saltos puntuales en alimentos empujan con fuerza a la baja y la subida según las semanas.
Expectativas, anclas nominales y volatilidad futura
El cambio de régimen cambiario es un elemento crítico para las expectativas de inflación. Una banda amplia de flotación y la mayor liberalización del acceso al dólar oficial tienden a aumentar la volatilidad cambiaria —y con ella la permeabilidad de precios— salvo que el resto de anclas macro (política monetaria, fiscal y comunicación del gobierno) actúen de manera simultánea para contener expectativas. En ausencia de señales contundentes que reduzcan la incertidumbre, las empresas y los consumidores pueden anticipar nuevas alzas, acelerando la indexación de salarios, contratos y precios.
La experiencia de julio sugiere también un efecto transitorio pero potente de los shocks mayoristas en los precios minoristas: fuertes subas en hortalizas y frutas en los mercados mayoristas se trasladan con rapidez, y en algunos casos con amplificación, a góndolas y ferias. Si bien algunos de estos movimientos responden a ciclos productivos y climáticos, el canal cambiario y de costos logísticos puede exacerbarlos.
Implicancias para la política pública
El panorama plantea retos simultáneos para la gestión local y nacional. A corto plazo, el control de los alimentos frescos requiere acciones focalizadas: monitoreos de mayoristas, acuerdos de abastecimiento y políticas que reduzcan costos logísticos y de comercialización entre productor y consumidor. En paralelo, la coordinación de política monetaria y fiscal, junto con una estrategia clara sobre el tipo de cambio, resulta esencial para anclar expectativas y reducir la velocidad de transmisión a precios de bienes y servicios regulados y no regulados.
En materia de tarifas y servicios públicos, los pequeños aumentos autorizados son apenas un reflejo de una recomposición más amplia de costos; su comunicación y eventual gradualidad son claves para evitar saltos de expectativa que se traduzcan en una mayor indexación de precios.
Un escenario con múltiples frentes
Julio de 2025 mostró que la inflación porteña no es un fenómeno monolítico: combina empujes estacionales (hortalizas y frutas), ajustes tarifarios y de servicios privados (prepagas, seguros) y un entorno cambiario renovado que aporta volatilidad. El 2,5% del mes y el 40,9% anual son el resultado de la interacción entre esos factores. Para los hogares, significa enfrentar una canasta que en algunos rubros sube con fuerza (restaurantes, transporte, vivienda y salud) y en otros modera su ritmo. Para la política económica, plantea la necesidad de mitigar los efectos distributivos inmediatos (sobre todo en alimentos) y restablecer mecanismos de anclaje que reduzcan la incertidumbre sobre costos futuros.