viernes, marzo 29

LA MASACRE DE SAN PATRICIO

El 4 de julio de 1976 un grupo de tareas de la dictadura entró en la iglesia palotina de San Patricio, del barrio porteño de Belgrano, y acribilló en el piso a los sacerdotes Alfredo Leaden, Pedro Dufau, Alfredo Kelly y a los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti.

Roberto Killmeate, uno de los sobrevivientes de la Masacre de San Patricio, consideró que el fusilamiento de cinco religiosos católicos fue «una advertencia a la iglesia para que se silencie y fue el objetivo que consiguieron».

«Lo importante es ver por qué nos tocó a nosotros. Era una comunidad de mucho poder la del barrio Belgrano y los crímentes fueron un mensaje para todos los que intentaban abrir las mentalidades o cuestionar a procesos no democráticos», refirió Killmeate.

Seminarista a punto de ordenarse ese año, Killmeate vivía en la iglesia de Belgrano, pero estaba estudiando en Colombia cuando ocurrió la masacre, razón por la que se salvó.

«La inscripción que dejaron en el lugar junto a los muertos decía que eso pasó por `envenenar la mente de los jóvenes´. Hubo una clara direccionalidad contra la intención de aquellas personas que se involucran en abrir mentalidades o cuestionar procesos no democráticos», agregó.

Killmeate sostuvo que el disparador de la masacre pudo haber sido una homilía del padre Kelly, que aludía a los remates que hacían los militares de los bienes robados a los desaparecidos y denunciaba que feligreses de su iglesia habían participado de ellos.

También recordó que los estudiantes militaban en los barrios y realizaban distintas actividades que molestaban al poder militar, pero sostuvo que «ninguna de esas posibilidades explica un hecho tan grave como la masacre de cinco personas, en la que esperaron a que toda la comunidad estuviese en la casa y la acribillaron».

«Es la historia más trágica de la iglesia argentina, pero la iglesia no lo tomó así, al contrario, la quiso borrar, la escondió bajo la alfombra. Recién cinco años después hicieron alguna referencia oficial al tema, sobre el `lamentable hecho´ ocurrido durante el gobierno militar, pero nada más que eso», afirmó.

Los asesinatos y la reacción de Killmeate en reclamo de investigación, además de otras posiciones del religioso, hicieron que lo ordenaran recién dos años después, y lo destinaran como sacerdote a Santiago del Estero, para alejarlo del lugar.

Hoy lamenta que el caso no haya sido investigado particularmente y expresó que «el único condenado fue el periodista Eduardo Kimel, quien investigó y escribió un libro, y fue condenado por calumnias por el primer juez que tuvo el caso».

«Ese trabajo llamó la atención pública sobre el asunto. Pero la iglesia no hizo nada, y menos la congregación, que sólo trató de taparlo. Luego del crimen los sacerdotes fueron reemplazados y las autoridades de la parroquia volvieron a las misas en Belgrano», agregó.

Killmeate destacó que «si bien las cinco personas murieron juntas, tres están enterradas con jerarquías sacerdotales en un lugar y los otros aparte. Lo ideal sería un mausoleo común, donde los cinco estén juntos, para significar el hecho histórico y la forma en que murieron, acribillados a balazos boca abajo».

«Un sitio de reflexión, una señal de la iglesia que signifique que ese es el camino de la iglesia argentina. Mientras no ocurra eso, quiere decir que la iglesia argentina no quiere asumir esa actitud y por lo tanto es mejor silenciar la masacre», afirmó.

Dijo que «en cambio fue la sociedad civil la que avanzó sobre el hecho, un libro escrito por alguien de otra confesión, judío, y una película posterior que sacó al tema del circuito eclesiástico y lo colocó a la luz pública, para que la gente conozca y opine sobre lo que había sucedido».

«Hoy estamos como empezamos y el tema se sigue diluyendo», sostuvo el sacerdote que renunció a los hábitos en los 90, cuando comenzó a recibir presiones desde la propia iglesia y del gobierno de Santiago del Estero por su prédica, que entre otros aspectos abordó el tema de los campesinos sin tierra de la provincia.

Señaló que el juicio de la ESMA, que el año pasado derivó en la condenas de varios represores, entre ellos algunos responsables de la Masacre de San Patricio, «no investigó este caso en particular», y expresó su deseo de que «alguien impulse una investigación judicial».

«Quedamos pocos sobrevivientes de aquella comunidad», afirmó, recordando que entre los otros dos compañeros del seminario que sobrevivieron, también por no estar en el lugar fortuitamente, «el único que vive es Rodolfo Capalozza, porque Jorge Kelly murió el año pasado».

«Siempre me hubiese gustado encontrarme con Videla y preguntarle por el tema, seguro que tiene información. Su madre iba a la misa de San Patricio en Mercedes, y le debe haber preguntado qué pasó. Tiene que tener información sobre el tema», expresó.

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