jueves, abril 25

SENTIR TRANS

El activista y referente del colectivo Capicúa, Alan Prieto, recordó que los conflictos que acompañaron el desarrollo de su identidad como varón trans “comenzaron cuando uno entra en las instituciones, sobre todo la escuela”, donde los roles de género están allí bien delimitados y si no uno no se somete a estos patrones “te hace sentir que estás haciendo algo malo pero nadie te explica por qué”.
“A mí no me pasó en la infancia de decir que era un varón o querer cambiarme el nombre, pero sí pasar de tener una libertad para jugar al fútbol, cazar lagartijas o salir en bicicleta con mi hermano y sus amigos, y que en un momento vinieran y te dijeran que ‘no’”, afirmó al disertar sobre infancia trans en la sede del la agrupación Fractal, en el barrio de Flores.
“Al principio estaba todo bien, pero cuando uno entra en las instituciones, sobre todo la escuela, ahí comienzan los grandes problemas porque empezás a sentir que no cuadrás”, agregó.
A sus 29 años, Prieto recuerda con dolor el apodo “marimacho” con el que algunos de sus compañeros lo discriminaban por no asumir las actitudes, gustos y actividades que el estereotipo fija como esperables en alguien que había nacido biológicamente mujer.
“Me empezaron a decir ‘porque vos sos una nena, no podeś hacer eso’… yo me enojaba y terminaba siempre en la Dirección. Entonces, la llamaban a mi mamá a la escuela porque para ellos no era que quería transgredir el género, sino que tenía problemas de conducta, y esto generaba todo el tiempo sanciones”, relató.
Y las restricciones continuaban en su casa: “Me acuerdo discusiones eternas con mi mamá por los juguetes. Ella insistía con Frutillitas, los silloncitos… y yo quería el juguete de mi hermano, una pistola de agua”, recordó.
Muchos años después y ya visibilizado como varón trans, Prieto asegura que “hay que empezar a generar conocimientos y herramientas para que no haya más niños que sufran la violencia institucional que sufren” por cuestiones de orientación sexual, identidad o expresión de género.
“Yo tengo 29 años, conozco la ley, milito, pero incluso así y hay lugares en donde es tal la violencia que me siento así de chiquitito y no puedo responder”, sostuvo.
Actualmente sigue enfrentando con esa violencia cada vez que no encuentra un psicólogo con perspectiva de género, el médico no tiene en cuenta su identidad autopercibida o los baños de hombres de los boliches tienen sólo mingitorios sin tener en cuenta a los varones sin pene.
“Yo creo que no hay culpables en estos procesos, sino que hay una sociedad que ignora, que le falta conocer un montón de cosas y que todavía vamos a pasos demasiado lentos para quienes lo vivimos”, concluyó.

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