viernes, marzo 29

LOS OLVIDADOS

Por Marcos Cittadini*
 

Cuando el editor de esta revista me invitó a participar del presente número todavía no se habían producido los luctuosos hechos del Parque Indoamericano en el corazón de Villa Soldati. La idea era proponer algunas variaciones acerca de la actualidad de los medios de comunicación en la Argentina y la demanda sostenida de democratización por parte de sectores sociales cada vez más representativos. Ese tópico tan transitado en los últimos tiempos se resignificó luego de presenciar la cobertura mediática racista y sectaria que los medios concentrados realizaron.

 Muchos recorridos pueden hacerse en relación con esta cobertura pero eligiremos comenzar por uno que es central, que requeriría ciertos preámbulos para ser más completo pero eso podría diluir cierta evidencia brutal: el hecho de que los nombres de las tres personas asesinadas casi no fueron mencionados más allá del dato de rigor. A Rosemarie Puja, Bernardino Salgueiro y Juan Castañeta Quispe no se los nombra como a Carlos Fuentealba, Mariano Ferreira, Maxi Kosteki o Darío Santillán. ¿Por qué esa diferencia si fueron asesinados por las fuerzas represivas del mismo sistema? Porque Rosemarie, Bernardino y Juan eran inmigrantes regionales. Eran “bolitas” y “paraguas”. Eran menos que nada.

 El entramado mediático ha objetivizado a los ciudadanos bolivianos y paraguayos de tal modo que ya no es pensable que las características personales de cada individuo deban ser conocidas. Aquello que sobre todo a los productores de televisión les gusta tanto -la “historia de vida”- no los parece necesario cuando se trata de estas personas y de estos relatos. Incluso el clásico regodeo en la miseria que es tan caro a los intereses de tanto programa se vuelve más frío, con la cámara más distante. Insistimos: son “bolitas” o “paraguas”. Casi no tienen nombre, mucho menos rostro. Son menos que nada.

 La construcción del inmigrante regional como presencia indeseada funciona entonces como reproductor del sistema que instaló las condiciones por las que esos sujetos deben irse de su tierra y llegar a este país. Y los medios van más allá. Son los principales agentes de la instalación del extranjero como fuera de la ley, como delincuente en suma. Varias son las cifras de este proceso. La división entre los “vecinos” y los “Okupas” tan marcada en todas las coberturas es la muestra más cabal. Otra es el hecho de que los cronistas de los principales medios pusieran el micrófono para que se escucharan desde Soldati y Lugano las expresiones públicas más xenófobas en muchos años y no se les ocurriera repreguntar o trazar un matiz frente a tanto dislate prejuicioso. Es llamativo que cuando desde C5N se titulaba “violencia piquetera” los únicos apaleados y muertos los aportaban esas organizaciones. Cuando hoy se habla de okupas, narcotraficantes y delincuentes también son ellos los que son asesinados por supuestos “vecinos”.

 Lo que a principios del siglo pasado con las leyes de extranjería era la estigmatización y la consecuente expulsión de aquellos extranjeros indeseables (anarquistas, socialistas) hoy tiene ribetes más indirectos pero igual de evidentes. En este sentido, asistimos a dos nuevos eventos. El primero, la racialización de las relaciones de clase. Los indeseables antes eran los representantes de las demandas obreras. Hoy son personas que nacieron en países limítrofes. La otra situación es que en el centenario del país la deportación era real. Hoy es simbólica porque lo que se busca es generar las condiciones que aseguren la subalternidad de estos grupos dentro del sistema social y de producción. Cuando una presentadora de un canal de noticias dice: “hay que reconocer que la inmigración en la Argentina es de baja calidad” transforma en casi muestras de humanismo a la utopía sarmientina del gaucho alemán o a los arrestos antiextranjeros de Miguel Cané.

 *Periodista, conductor de «Mañana nunca se sabe» por Nacional Rock y co-conductor de Carbono14, Radio Nacional. Colaborador en Miradas al Sur

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