miércoles, abril 24

LAS FOTOS DE HUMBERTO RIVAS

«Lo obvio y lo obtuso» es el rescate de veinte fotografías de Humberto Rivas (1937 -2009) copiadas e intervenidas por él mismo que desde hoy se pueden ver en la galería Rolf Art de Buenos Aires, donde, con un diseño despojado y un montaje contemporáneo, plantea un recorrido por tres etapas artísticas del autor: retratos, paisajes urbanos y paisajes interiores, revelando un homenaje a uno de los retratistas más emblemáticos de la fotografía.
Rivas fue uno de los fotógrafos argentinos más importantes de la historia. Luego de formar parte de la generación Di Tella de la década del 60, retratando a figuras como Jorge Luis Borges, Rómulo Macció, Roberto Aizenberg y Juan Carlos Distéfano y tras la última dictadura, el fotógrafo se fue a España donde desarrolló gran parte de su carrera y obtuvo un importante reconocimiento.
En Argentina, sus obras son objeto de homenaje y estudio de una camada de fotógrafos -Adriana Lestido, Marcos López, Juan Travnik- pero, a excepción de una retrospectiva que se realizó en el Centro Cultural Recoleta en 2014, nunca tuvo demasiado eco en un público más abarcativo y recién este año, por primera vez y gracias a la galería Rolf Art, sus obras se vieron en la feria ArteBA.
Con estos antecedentes, Florencia Giordana Braun y Federico Curutchet, los jóvenes galeristas al frente de Rolf Art -un espacio exclusivamente dedicado a la fotografía en el corazón de Recoleta- tomaron la posta para difundir la obra de Rivas, fotografías en gelatina de plata (de los años 70, 80 y 90) donde los retratos son paisajes en sí mismos y los paisajes, retratos urbanos e interiores casi imperceptibles y una mágica y particular atmósfera de luces y sombras.
«La idea -dice Braun- era traer estas obras vintage del archivo de Barcelona, fotos copiadas e intervenidas por él mismo. Queremos mostrar las diferentes etapas de su trabajo, empezando con la serie de retratos, porque Rivas es principalmente un gran retratista».
Muros blancos impolutos son asaltados por una imagen o dos o tres. No más. Incluso agrupados en una esquina donde hay paisajes y objetos inanimados en blanco y negro; se ve la espesura de las grises flores en un acolchado que se confunden con un empapelado derruido; o una habitación vacía, tan desamparada como la entrada a un local abandonado de Barcelona y más al fondo, se observa una esquina de día y otra de noche, con un foco como único contraste.
Así se presenta la obra de Rivas en una de las salas de la galería, como imágenes que dan cuenta de una arquitectura o de sus ruinas, tan inquietante como aciaga, fotos tan taciturnas como vivas, donde el ojo captor exprime en cada escenario una pizca estética. Son fotografías con múltiples narraciones, sintetizadas en una sola toma.
«Lo maravilloso es el tratamiento y la técnica con la que trabajó, la utilización de luces altas y sombras, descubriendo detalles dentro de cada sombra, incluso está su mano retocando», agrega Braun sobre estas fotografías vintage, «copias impresas en el año que fue producida la toma o en los años cercanos», explica.
Para Curutchet, y reanudando la idea de Roland Barthes que da noción al título de la muestra sobre un tercer nivel de sentido en la fotografía, es justamente «el carácter obtuso del cuerpo de obra de Rivas que da cuenta, a través de sus imágenes, de aquello que no puede describirse con palabras, aquello intangible pero perceptible en la atmósfera que nos entregan sus paisajes interiores y exteriores».
La obsesiva búsqueda, la rigurosidad y el capricho por capturar un gesto o una mirada -sin importar la intención del retratado- a la que apostaba Rivas se pueden observar en el primer piso de esta galería. Son cinco retratos: Macció, Aizenberg, Distéfano, Yuyo Noé y María, su mujer, la «Monalisa» del fotógrafo, la imagen más popular de Rivas.
Él decía que al momento de la toma se libraba una «guerra entre retratista y modelo» porque Rivas quería «sacar la esencia contra lo que el otro quería mostrar, era un enemigo de la pose», cuentan los galeristas.
Es que, también se dice en los circuitos del arte, «el retrato fotográfico es un género bastardeado, en desuso», opina Curutchet, y sea por la proliferación de las ‘selfies’ o por una una estética cansadora del autorretrato, Rivas viene desde el pasado con su lenguaje para desandar ese camino de estetización ficcional del yo y proponer una mirada de un otro realista, casi documental.
«No entendía que no hubiera sido reconocido acá porque fue un artista que trabajó muchísimo sobre nuestro país, sobre el interior, sobre la escena artística federal y que se fue a España y no se le dio el reconocimiento adecuado. Nunca su obra había estado exhibida en ArteBA, ni en ninguna feria, y así fue como decidimos incorporarlo al staff de la galería, volver a ponerlo en la escena nacional desde un lugar más permanente y sostenido», remarca Braun.
«Lo obvio y lo obtuso» se podrá ver hasta el 16 de octubre en Posadas 1583, mientras dura la exhibición, los galeristas apuestan a llevar la obra de Rivas a ferias internacionales en Lima, Bogotá, Río de Janeiro y París para posicionar su trabajo y «darle el reconocimiento que se merece, esta muestra es un honor, pero también es un homenaje», concluye.

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