jueves, marzo 28

HISTORIA DE LA CALLE LAVALLE

PARTE  X

por Gabriel Luna

 

En 1947 la población de la Ciudad llega a 2.981.000 habitantes (¡supera la marca actual de 2.891.082, según el censo del año 2010!). A la emigración europea, se suma la migración de las provincias. Buenos Aires es un polo de desarrollo. La economía del país resplandece, “los pasillos del Banco Central están abarrotados de lingotes de oro”, se invierte en industria. Y

en 1948, Eva Perón crea la Fundación Eva Perón, un centro de asistencia social sin precedentes, que hubiera maravillado al personaje de “La pródiga”. La Fundación construye barrios enteros, lugares de recreación, grandes complejos hospitalarios, casas de ancianos, casas para madres solteras, para jóvenes que llegan a la Ciudad con el propósito de continuar sus estudios; consigue empleos a las mujeres, distribuye a los necesitados medicinas, alimentos, ropa, libros, máquinas de coser, juguetes… hasta brinda asistencia a otros países.

1950. La Ciudad tiene 8 facultades, más de 600 escuelas de todo tipo, 30 mercados importantes para su abasto, 14 parques de recreación, 16 radioemisoras, 26 teatros, 175 cines. Para la mayoría de sus habitantes, Buenos Aires es una fiesta. Y la calle Lavalle, entre las esquinas que nos ocupan, es una expresión concentrada de esa fiesta dedicada especialmente al cine y a su público. Hay 20 salas importantes en poco más de tres cuadras. No queda demasiado espacio; los cabarets, prostíbulos, cafetines, y confiterías bailables, deben dar paso a empresas más lucrativas y familiares para aprovechar el flujo de gente de las salas. Entonces llegan los restaurantes, las parrillas, las panaderías, los kioscos de comidas rápidas; y llegan las pizzerías, que se convierten en la novedad gastronómica del Centro.

La historia registra al primer pizzero de Buenos Aires a fines del siglo XIX. El napolitano Nicola Vaccarezza, que decía haber peleado junto a Garibaldi, alquilaba un horno para hacer pan en el barrio de La Boca, y hacía, además del pan, una pizza austera con cebollas, ajos y aceite de oliva. Tuvo sucesor: Félix Ravadero, que a principios del siglo XX vendía en la calle porciones con ajo picado y tomate natural. Y hubo también un local, en la calle Suárez, que vendía la pizza con mozzarella. Pero esto sucedía sólo en La Boca, un barrio humilde de inmigrantes italianos. La pizza llegará masivamente al Centro recién en los 50’, cuando estén dadas todas las condiciones comerciales, culturales, y sociales para su expansión.

En 1951 llega la televisión, primera transmisión es de un acto político peronista, se realiza en vivo el 17 de octubre. No se vislumbraba entonces la incidencia social ni el cambio de costumbres que traería el invento.1953. Una encuesta del diario La Razón dice que el porteño prefiere el cine a otra diversión. La calle Lavalle está asfaltada. En la esquina NE de Lavalle y Suipacha, donde estaba la tienda de Estebán Larco, hay un bar llamado Goya. Y enfrente, anunciada con un círculo de luces de neón rojas y verdes, resplandece la confitería Nobel, un local de dos plantas donde se baila a partir de las 19 hs., en Lavalle 888. Pero la confitería cierra. La familia Magdalena prefiere alquilar el local antes que explotarlo. Y lo alquila a Víctor Hernáez, un gallego vinculado a una sociedad de trabajo especializada en gastronomía. Estas sociedades, estructuradas como cooperativas, fueron fundadas por inmigrantes españoles e italianos que venían de las guerras y el hambre. Los primeros que llegaron, sin muchos más recursos que el ingenio y sus propias fuerzas para sobrevivir en una tierra extraña, decidieron asociarse y dedicarse a la gastronomía. Y los que seguían llegando en esas condiciones, aprovechaban el vínculo de identidad y la experiencia laboral de los primeros, y hacían lo mismo. Hernáez monta un kiosco de comidas rápidas, venta de panchos y sándwiches de milanesa, al paso, sin sillas ni mesas. Es un éxito. Pero la gente entre las funciones de los cines congestiona la puerta. Hernáez decide entonces utilizar toda la extensión del local, invierte las ganancias, pone mesas, un horno pizzero. Y así empieza la historia de la pizzería Roma, que se convertirá en la pizzería más grande de Sudamérica.

1955. Vuelve a la Ciudad el horror de la guerra. El 16 de junio, aviones de la marina bombardean un acto político peronista en Plaza de Mayo. Hay 364 civiles muertos y miles de heridos. La asonada continúa en la ciudad de Córdoba, encabezada por el general Lonardi, y el gobierno constitucional de Perón es derrocado por el ejército el 19 de septiembre. Y, como había ocurrido en la calle Lavalle, después de la guerra llega la lucha política. Los militares en el poder planean la transición democrática pero proscriben al partido peronista. Entonces el partido radical se divide en dos corrientes para producir una opción electoral. Una corriente está liderada por Arturo Frondizi, la otra por Ricardo Balbín. El asunto se zanja sin mayores problemas. Y el 1º de mayo de 1958 asume la presidencia Frondizi; fecha que coincide, en la calle Lavalle 888, con un cambio de firma en la pizzería Roma y una expansión. Asume la dirección de la Roma una sociedad de trabajo encabezada por Ibañez y Fernando M. Sarlenga, y se inaugura el salón del primer piso. La pizza, por sabrosa, rápida de elaborar, y económica, se convierte en un alimento propicio para las salidas al cine de la clase media. Entonces, sólo se hacía de molde y había tres variantes: de anchoas, napolitana, y mozzarella.

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